Errejón: El camino equivocado, en la dirección incorrecta
Desde ayer, y durante los próximos días, se va a celebrar en la plaza de Vistalegre, el segundo gran congreso de la historia de Podemos. Un congreso que estará marcado por el enfrentamiento entre Pablo Iglesias, actual líder del partido, e Iñigo Errejón, que aún detenta su posición como segundo, si bien dependiendo de cómo transcurran los acontecimientos, podría acabar al frente del partido... o fuera de él.
Desde ayer, y durante los próximos días, se va a celebrar en la plaza de Vistalegre, el segundo gran congreso de la historia de Podemos. Un congreso que estará marcado por el enfrentamiento entre Pablo Iglesias, actual líder del partido, e Iñigo Errejón, que aún detenta su posición como segundo, si bien dependiendo de cómo transcurran los acontecimientos, podría acabar al frente del partido... o fuera de él.
josé antonio sánchez cabezas/l.d.
05 de febrero de 2017
Este
enfrentamiento, que ambos contendientes quieren revestir de debate
puramente ideológico, pero que inevitablemente también es una
cuestión de poder personal, determinará si Podemos, un consigue
abrir un verdadero debate de ideas, que se presenta a cara de perro,
sin que termine en una demolición del propio partido. Un equilibrio
difícil, pero no imposible, y en el que será fundamental ver como
se cierra – o si se cierran- las heridas que sin duda se producirán
en la lucha.
Respecto
a las posturas ideológicas, y teniendo una inmensa mayoría de
posiciones comunes – esperemos que no pierdan de vista ese hecho-,
la disensión se halla más en la forma que en el fondo: Pablo
Iglesias continúa defendiendo un modelo de partido militante,
purista, en el cual las maneras son coherentes con los objetivos.
Podemos nació como un partido fuertemente activista, surgido de las
movilizaciones del 15-M, de vocación contestataria, y que defiende
modelos muy distintos a los que hemos visto hasta ahora. Tan
distintos a lo acostumbrado que suscita esperanzas y temores a partes
iguales.
Errejón,
por el contrario, considera que dicho modelo ya no tiene más
recorrido. Entiende que, tras quedarse estancando en las últimas
elecciones, conviene moderar las formas – y quien sabe si variar
también los objetivos- para “vender” mejor el partido entre los
ciudadanos que se consideran de izquierdas, pero que se sienten
rechazo ante la imagen antisistema del partido morado. Considera que
hay que ganar “transversalidad” para conseguir más votos.
Y
llegados a este punto, debo decir que considero que Errejón está
completamente equivocado, y por partida doble.
En
primer lugar, Errejón subestima la volatilidad del voto que Podemos
ha conseguido aglutinar, si quiera temporalmente; personas jóvenes
en su mayoría, escépticas y desengañadas con la supuesta
democracia española, que se sintieron atraídas por el aire
distinto, alternativo, y casi bohemio, de los planteamientos de Pablo
Iglesias.
Esa
imagen de marca, además, está ya tan profundamente ligada a Podemos
en el imaginario colectivo que el partido prácticamente no tiene
opción de ser otra cosa. Al menos, no si quiere sobrevivir como
formación de nivel nacional.
En
otras palabras: es demasiado tarde para anunciar el “nuevo Podemos”
que pretende Errejón. Los votos de la izquierda más burguesa “no
se dejarían engañar” por algo que es una mera operación de
marketing, y demasiado evidente además. Así pues, la estrategia que
defiende Errejón no lograría atraer las masas que quiere cortejar;
pero lo que sí lograría, con toda seguridad, es la huida en
desbandada de los votos que actualmente constituyen su única base
electoral, y que se sentirían amargamente traicionados.
Podemos
es un partido demasiado novedoso. A diferencia de PP y PSOE, no tiene
una base electoral asentada, y los votos que tan rápidamente ganó
se pueden perder aún más rápido. Y sin embargo, Errejón parece
ciego a este hecho, aparentemente convencido de que cuenta con un
“voto cautivo” que seguirá fiel al partido de forma acrítica,
borreguil.
A
ello conviene añadir que la victoria de Errejón supondría el
abandono de Pablo Iglesias. Y siendo este último un personaje
controvertido, al que solo se puede amar u odiar, no es menos cierto
que Errejon carece todo carisma.
Dicho
de forma castiza, a Errejón no le votaría ni el tato.

¡Qué alegría! ¡qué alboroto!; otro perrito piloto.
Pero
es que es aún peor: Errejón no solo parte de una premisa falsa
respecto a la naturaleza de sus actuales votantes, no solo se engaña
sobre sus posibilidades de atraer a los votantes de la izquierda más
aburguesada. Además se equivoca respecto de las posibilidades de
éxito de la propia “transversalidad”.
Los
tiempos han cambiado. Los duros y persistentes efectos de la crisis
económica han radicalizado las posturas de la masa. El centro
político, y en particular el centro-izquierda, se está quedando
vacío. Los votantes huyen de él en masa, para volverse a partidos
de posiciones mucho más contundentes
A
nivel internacional, los ejemplos se cuentan por docenas: el ascenso
del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, la llegada al poder de
Syriza en Grecia, la victoria de Donald Trump en EEUU, el Brexit y el
UKIP en Reino Unido, el Frente Nacional en Francia, las últimas
elecciones austriacas – en las cuales el poder se lo disputaron
entre los eco-comunistas y la extrema derecha-, el gobierno de
confluencia social-comunista en Portugal,...
Con
todas sus diferencias, que son muchas, los mencionados movimientos y
partidos tienen dos cosas en común: primero, que están en franco
ascenso – o incluso gobiernan ya-, y en segundo lugar, que no son
en absoluto moderados ni “transversales”. Y no lo son ni en el
fondo, ni en las formas.
Errejón
pretende poner rumbo al centro en un momento en el que el viento
sopla en la dirección contraria. Y ni siquiera cuenta a su favor con
el factor tiempo, puesto que se anuncian recesión económica en el
horizonte, por lo que las aguas no volverán a su curso.
Por
lo tanto, Errejón ha elegido el camino equivocado, pues un “nuevo
Podemos” sería igualmente rechazado por la izquierda militante y
por la moderada (por no hablar de que se perdería el principal
activo electoral del partido, que es Pablo Iglesias). Pero sobretodo
ha escogido la dirección incorrecta, pues pretende cosechar votos en
un centro político cada vez más escuálido en el que se apelotonan
PSOE, PP y Ciudadanos.
Así
pues, esperemos que Pablo Iglesias se imponga en el Congreso de
Vistalegre, porque el Podemos que defiende es el único posible.
josé antonio sánchez cabezas/l.d.
05 de febrero de 2017
Este
enfrentamiento, que ambos contendientes quieren revestir de debate
puramente ideológico, pero que inevitablemente también es una
cuestión de poder personal, determinará si Podemos, un consigue
abrir un verdadero debate de ideas, que se presenta a cara de perro,
sin que termine en una demolición del propio partido. Un equilibrio
difícil, pero no imposible, y en el que será fundamental ver como
se cierra – o si se cierran- las heridas que sin duda se producirán
en la lucha.
Respecto
a las posturas ideológicas, y teniendo una inmensa mayoría de
posiciones comunes – esperemos que no pierdan de vista ese hecho-,
la disensión se halla más en la forma que en el fondo: Pablo
Iglesias continúa defendiendo un modelo de partido militante,
purista, en el cual las maneras son coherentes con los objetivos.
Podemos nació como un partido fuertemente activista, surgido de las
movilizaciones del 15-M, de vocación contestataria, y que defiende
modelos muy distintos a los que hemos visto hasta ahora. Tan
distintos a lo acostumbrado que suscita esperanzas y temores a partes
iguales.
Errejón,
por el contrario, considera que dicho modelo ya no tiene más
recorrido. Entiende que, tras quedarse estancando en las últimas
elecciones, conviene moderar las formas – y quien sabe si variar
también los objetivos- para “vender” mejor el partido entre los
ciudadanos que se consideran de izquierdas, pero que se sienten
rechazo ante la imagen antisistema del partido morado. Considera que
hay que ganar “transversalidad” para conseguir más votos.
Y
llegados a este punto, debo decir que considero que Errejón está
completamente equivocado, y por partida doble.
En
primer lugar, Errejón subestima la volatilidad del voto que Podemos
ha conseguido aglutinar, si quiera temporalmente; personas jóvenes
en su mayoría, escépticas y desengañadas con la supuesta
democracia española, que se sintieron atraídas por el aire
distinto, alternativo, y casi bohemio, de los planteamientos de Pablo
Iglesias.
Esa
imagen de marca, además, está ya tan profundamente ligada a Podemos
en el imaginario colectivo que el partido prácticamente no tiene
opción de ser otra cosa. Al menos, no si quiere sobrevivir como
formación de nivel nacional.
En
otras palabras: es demasiado tarde para anunciar el “nuevo Podemos”
que pretende Errejón. Los votos de la izquierda más burguesa “no
se dejarían engañar” por algo que es una mera operación de
marketing, y demasiado evidente además. Así pues, la estrategia que
defiende Errejón no lograría atraer las masas que quiere cortejar;
pero lo que sí lograría, con toda seguridad, es la huida en
desbandada de los votos que actualmente constituyen su única base
electoral, y que se sentirían amargamente traicionados.
Podemos
es un partido demasiado novedoso. A diferencia de PP y PSOE, no tiene
una base electoral asentada, y los votos que tan rápidamente ganó
se pueden perder aún más rápido. Y sin embargo, Errejón parece
ciego a este hecho, aparentemente convencido de que cuenta con un
“voto cautivo” que seguirá fiel al partido de forma acrítica,
borreguil.
A
ello conviene añadir que la victoria de Errejón supondría el
abandono de Pablo Iglesias. Y siendo este último un personaje
controvertido, al que solo se puede amar u odiar, no es menos cierto
que Errejon carece todo carisma.
Dicho
de forma castiza, a Errejón no le votaría ni el tato.
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¡Qué alegría! ¡qué alboroto!; otro perrito piloto. |
Pero
es que es aún peor: Errejón no solo parte de una premisa falsa
respecto a la naturaleza de sus actuales votantes, no solo se engaña
sobre sus posibilidades de atraer a los votantes de la izquierda más
aburguesada. Además se equivoca respecto de las posibilidades de
éxito de la propia “transversalidad”.
Los
tiempos han cambiado. Los duros y persistentes efectos de la crisis
económica han radicalizado las posturas de la masa. El centro
político, y en particular el centro-izquierda, se está quedando
vacío. Los votantes huyen de él en masa, para volverse a partidos
de posiciones mucho más contundentes
A
nivel internacional, los ejemplos se cuentan por docenas: el ascenso
del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, la llegada al poder de
Syriza en Grecia, la victoria de Donald Trump en EEUU, el Brexit y el
UKIP en Reino Unido, el Frente Nacional en Francia, las últimas
elecciones austriacas – en las cuales el poder se lo disputaron
entre los eco-comunistas y la extrema derecha-, el gobierno de
confluencia social-comunista en Portugal,...
Con
todas sus diferencias, que son muchas, los mencionados movimientos y
partidos tienen dos cosas en común: primero, que están en franco
ascenso – o incluso gobiernan ya-, y en segundo lugar, que no son
en absoluto moderados ni “transversales”. Y no lo son ni en el
fondo, ni en las formas.
Errejón
pretende poner rumbo al centro en un momento en el que el viento
sopla en la dirección contraria. Y ni siquiera cuenta a su favor con
el factor tiempo, puesto que se anuncian recesión económica en el
horizonte, por lo que las aguas no volverán a su curso.
Por
lo tanto, Errejón ha elegido el camino equivocado, pues un “nuevo
Podemos” sería igualmente rechazado por la izquierda militante y
por la moderada (por no hablar de que se perdería el principal
activo electoral del partido, que es Pablo Iglesias). Pero sobretodo
ha escogido la dirección incorrecta, pues pretende cosechar votos en
un centro político cada vez más escuálido en el que se apelotonan
PSOE, PP y Ciudadanos.
Así
pues, esperemos que Pablo Iglesias se imponga en el Congreso de
Vistalegre, porque el Podemos que defiende es el único posible.
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