"Ayer, una nueva América; hoy, Coblenza, y mañana, una nueva Europa"
La derecha populista pronostica en Europa el regreso de los "Estados Nación", desde una perspectiva ultranacionalista tras la toma de poder de Trump, y celebran una "Convención de los Patriotas" en nombre de las "Libertades y de las Naciones" en Coblenza.
La derecha populista pronostica en Europa el regreso de los "Estados Nación", desde una perspectiva ultranacionalista tras la toma de poder de Trump, y celebran una "Convención de los Patriotas" en nombre de las "Libertades y de las Naciones" en Coblenza.
LEGITIMISTA DIGITAL
26 de enero de 2017
Corría
en año 1791 de la Francia revolucionaria, hacía varios años, desde
el 14 de julio de 1789 que los parisinos se habían sublevado contra
la monarquía francesa, arrasando con el centro simbólico del poder
monárquico: la Bastille.
1791
representaba el año de la monarquía constitucional burguesa y
capitalista, elemento decorador que los girondinos y fuldenses, más
moderados en sus aspiraciones revolucionarias, querían conservar la
institución monárquica en el marco del poder ejecutivo, manteniendo
a Luis XVI con derecho de Veto. La oposición jacobina no tardó en
despertar y denunciar este hecho, y sin embargo, los sucesos
políticos que acontecían, tampoco gustaban a los llamados
“exiliados”.
Los
exiliados eran los supuestos “monárquicos de pro”, aquellos que
cuando Luis XVI se vio obligado a reunir a los Estados Generales, a
petición de ellos mismos; el rey aprovechó para exponerles la
situación financiera tributaria del país, llamando al compromiso de
todos los Estamentos para hacer frente a las deudas del reino.
Entonces a los “monárquicos de pro”, a aquella nobleza y alto
clero, ya no les gustó lo que el Rey pedía en las sesiones de los
Estados Generales. Y es que la revolución de “los patriotas”,
como dijo Chateabriand, “la trajeron las clases privilegiadas”,
pero la explotó la clase burguesa.
En
1791, la ciudad de Coblenza, se había convertido en la Corte de la
Contrarrevolución, donde se reunían gran cantidad de “exiliados”
o “monárquicos de pro”. Habían demostrado que su lealtad
monárquica llegaba hasta donde satisfacía a sus bolsillos. Y lo que
estaba sucediendo en Francia, no les gustaba nada. Aquella nobleza
terrateniente, enemiga de los acontecimientos revolucionarios jamás
pensó que en el futuro saldría fuertemente beneficiada gracias a su
asimilación y alianza con el capitalismo liberal burgués que tras
la revolución se impondría, no sólo en Francia, en toda Europa.
Los “monárquicos de pro”, aquellas dinastías principescas
feudales se adaptarían a las nuevas circunstancias que imponía el
capitalismo, muchos a regañadientes, y con denuedo otros, lucharon
en el campo de batalla contra el capitalismo, que era la expresión
de “luchar contra los patriotas”.
La
Revolución Francesa se había convertido en la representación de la
unidad de los Patriotas, y la Corte de los Exiliados de Coblenza les
combatía con el fin de aplastar la Revolución Francesa. Aquellos
“monárquicos de pro” no querían abandonar su vieja y antigua
concepción del mundo, su insolidaridad había empujado al país a la
revolución francesa, y como no la dirigían al estilo de poder
convertirla en una antigua y tradicional revuelta medieval de
aspiraciones feudales, se encontraron con la sorpresa que significaba
la existencia de la clase económica y social burguesa. La burguesía,
era la clase social que dominaba las artes del comercio y la que
realmente detentaba el poder del dinero y las finanzas. El factor
capital de la burguesía, se impuso sobre el factor tierra de la
nobleza. Coblenza significó en el pasado el símbolo de la
Contrarrevolución, el nombre de la vieja monarquía francesa en su
lucha contra los patriotas. Y aquellos patriotas de la revolución,
simbolizaban el poder burgués capitalista de las ciudades que había
roto con la tradición feudal.
El
21 de enero de 1793 moría guillotinado Luis XVI de Francia, a quien
los jacobinos habían condenado a muerte. La revolución de los
patriotas decretaba el asesinato público del rey de Francia, porque
lo había considerado traidor a su revolución capitalista burguesa.
El
paso del tiempo nos lleva a la paradoja de lo ocurrido el día 21 de
enero de 2017, porque ha significado la toma simbólica de esta
ciudad por los nuevos congregados, por los nuevos patriotas de
extrema derecha, reunidos en Coblenza, no se sabe a bien con qué
significación la eligieron, quizá creían atribuirse el fenómeno y
elemento de la Contrarrevolución que nada tiene que ver con el
Nazismo de las Naciones que representan, más bien al contrario. Sin
embargo esta extrema derecha, enemiga de la actual Europa, porque la
considera heredera de los valores de la revolución francesa, se ha
reunido en Coblenza, quizá para demostrar su oposición simbólica.
Pero los valores de aquellos patriotas y estos nuevos de ahora, son
exactamente los mismos: egoísmo de la comunidad nacional que
comparte rasgos culturales comunes, el proteccionismo capitalista
como bandera de guerra, y el imperialismo como supremacía económica
y racial. Son la deformación de la otra cara de los valores de la
revolución francesa los que gobiernan Europa, son la cara burguesa
del ultranacionalismo exacerbado que tiene el objetivo de llevar a
los pueblos a la guerra de todos contra todos. Y esa guerra, ya la
estaba librando el neoliberalismo capitalista bajo el dominio del
mundo anglosajón, y mientras fue el mundo anglosajón el que sentía
determinante y controlador del mango de la sartén, jamás pondría
en duda los planteamientos surgidos de los valores de la revolución
francesa: la libertad de comercio y de mercado, la libre circulación
de mercancías y personas,... porque era el mundo occidental el que
se imponía desde el capitalismo al resto del mundo. Sin embargo la
elección de Donald Trump como presidente de los EEUU y su toma de
posesión, indica un punto de inflexión realmente asombroso porque
de alguna manera representa la inseguridad de los estadounidenses y
el mundo anglosajón. Es decir, cuando el liberalismo o
neoliberalismo ya no les funciona, después de haber obligado al
mundo entero a regirse por las reglas del libre mercado, la
flexibilidad laboral y las condiciones de trabajo precario y
contaminación del planeta, después de todo esto, entonces pretenden
cambiar de modelo porque el neoliberalismo ya no les beneficia.
Bajo
el paradigma neoliberal de los patriotas surgido de la revolución
francesa burguesa, la plutocracia occidental parece desconfiada. El
avance y la aparición de nuevos populismos de ultraderecha camina
para establecerse como un nuevo orden mundial como el que aconteció
tras la revolución francesa de los patriotas. Aquellos patriotas que
tomaron el reino de Francia, el pasado 21 de enero de 2017 han tomado
la ciudad de Coblenza, símbolo de la Contrarrevolución, en su
sentido tradicional, no en el sentido que le dan estos nuevos
patriotas, que tratan de despertar una “primavera de las naziones”.
Mientras que el significado antiguo de la Contrarrevolución,
perteneciente al siglo XVIII, opuesto al liberalismo, inspiraba un
mundo y universo anticapitalista y comunalista donde la monarquía
tradicional refrenaba y sometía las aspiraciones burguesas
plutócratas; el nuevo significado de la Contrarrevolución durante
el siglo XX, ha servido para identificar el regreso de las ideas
liberales decimonónicas de libre mercado y competencia, y la
progresiva eliminación de la intervención pública estatal,
representado por la Escuela de Chicago de Milton Friedman, y los
políticos como Ronald Reagan y Margareth Thatcher, o dictadores
criminales como Pinochet en Chile.
Ahora
surge un nuevo concepto de Contrarrevolución que bebe del fascismo
puro, del ultranacionalismo, y que tiene como ejemplo el marco de
ruptura entre el pueblo y el rey, porque considera a cada pueblo como
superior respecto de los otros pueblos, lo cual envuelve de nuevo a
estos en la escalada creciente de un nuevo egoísmo, no sólo
mercantil, sino chauvinista.
Hemos
llegado a esta situación en el mundo por los impulsos de las recetas
y aplicación del modelo económico neoliberal capitalista, donde se
ha tomado por meta y triunfo una feroz e inhumana competencia entre
las personas. Se ha desnaturalizado a los seres humanos
convirtiéndolos en máquinas, y a la vista del creciente paro, y
sufrimiento económico social que supone para los ciudadanos, al
verse desamparados por los poderes públicos, y por un Estado
inexistente en cuanto a las coberturas sociales públicas se refiere,
entendemos que la población haya asumido un rol basado en la
desconfianza y la incertidumbre, que es el mejor caldo de cultivo
para el crecimiento y auge de la extrema derecha.
Toda
esta situación nos debe hacer reflexionar, para desarrollar una
recomposición de los elementos y claves sociales, para impedir este
auge, y la izquierda, lamentablemente, no está a la altura de las
circunstancias. La izquierda comunista de alguna manera ha asumido la
referencia de la antigua Unión Soviética, y de alguna manera se han
convertido en nuevos tradicionalistas de un mundo que ya no existe.
Ocurre lo mismo con el Carlismo, donde se asume las referencias de un
mundo y universo anticapitalista y comunalista que quizá podemos
encontrar en algunos pueblos y pequeñas comunidades rurales sin
ningún impacto real en la población y en nuestra sociedad.
La
extrema derecha se está haciendo fuerte y hay que impedir que sus
discursos insolidarios e inhumanos consigan establecerse y
perpetuarse en el poder, pero llevamos desde la caída de la Unión
Soviética en 1989, una deriva social cada vez más antihumana al
contemplar como los efectos sociales de la competitividad feroz, ha
establecido un paradigma mental, que ahora se trata de superar bajo
la vía estrecha de la insolidaridad, en lugar de apostar por un
modelo económico social cooperativo, no competitivo, transversal y
solidario, donde el proteccionismo sea una herramienta interventora
de los pueblos, no para hacerse la guerra entre ellos, sino para
limitar e impedir los abusos del negocio del libre mercado y comercio
internacional, donde el proteccionismo signifique un modelo de
progreso ecológico social, al favorecer la demanda de productos y
servicios que son respetuosos con el medio-ambiente, y no como pura
arma arrojadiza que sirva para dañar aún más al Planeta. Un modelo
proteccionista social ecológico en el campo de la economía
socialista sería un sistema a desarrollar, para contraponerlo al
egoísmo proteccionista de un ultranacionalismo desnortado, que trata
todavía más de deshumanizar a la humanidad.
LEGITIMISTA DIGITAL
26 de enero de 2017
Corría
en año 1791 de la Francia revolucionaria, hacía varios años, desde
el 14 de julio de 1789 que los parisinos se habían sublevado contra
la monarquía francesa, arrasando con el centro simbólico del poder
monárquico: la Bastille.
1791
representaba el año de la monarquía constitucional burguesa y
capitalista, elemento decorador que los girondinos y fuldenses, más
moderados en sus aspiraciones revolucionarias, querían conservar la
institución monárquica en el marco del poder ejecutivo, manteniendo
a Luis XVI con derecho de Veto. La oposición jacobina no tardó en
despertar y denunciar este hecho, y sin embargo, los sucesos
políticos que acontecían, tampoco gustaban a los llamados
“exiliados”.
Los
exiliados eran los supuestos “monárquicos de pro”, aquellos que
cuando Luis XVI se vio obligado a reunir a los Estados Generales, a
petición de ellos mismos; el rey aprovechó para exponerles la
situación financiera tributaria del país, llamando al compromiso de
todos los Estamentos para hacer frente a las deudas del reino.
Entonces a los “monárquicos de pro”, a aquella nobleza y alto
clero, ya no les gustó lo que el Rey pedía en las sesiones de los
Estados Generales. Y es que la revolución de “los patriotas”,
como dijo Chateabriand, “la trajeron las clases privilegiadas”,
pero la explotó la clase burguesa.
En
1791, la ciudad de Coblenza, se había convertido en la Corte de la
Contrarrevolución, donde se reunían gran cantidad de “exiliados”
o “monárquicos de pro”. Habían demostrado que su lealtad
monárquica llegaba hasta donde satisfacía a sus bolsillos. Y lo que
estaba sucediendo en Francia, no les gustaba nada. Aquella nobleza
terrateniente, enemiga de los acontecimientos revolucionarios jamás
pensó que en el futuro saldría fuertemente beneficiada gracias a su
asimilación y alianza con el capitalismo liberal burgués que tras
la revolución se impondría, no sólo en Francia, en toda Europa.
Los “monárquicos de pro”, aquellas dinastías principescas
feudales se adaptarían a las nuevas circunstancias que imponía el
capitalismo, muchos a regañadientes, y con denuedo otros, lucharon
en el campo de batalla contra el capitalismo, que era la expresión
de “luchar contra los patriotas”.
La
Revolución Francesa se había convertido en la representación de la
unidad de los Patriotas, y la Corte de los Exiliados de Coblenza les
combatía con el fin de aplastar la Revolución Francesa. Aquellos
“monárquicos de pro” no querían abandonar su vieja y antigua
concepción del mundo, su insolidaridad había empujado al país a la
revolución francesa, y como no la dirigían al estilo de poder
convertirla en una antigua y tradicional revuelta medieval de
aspiraciones feudales, se encontraron con la sorpresa que significaba
la existencia de la clase económica y social burguesa. La burguesía,
era la clase social que dominaba las artes del comercio y la que
realmente detentaba el poder del dinero y las finanzas. El factor
capital de la burguesía, se impuso sobre el factor tierra de la
nobleza. Coblenza significó en el pasado el símbolo de la
Contrarrevolución, el nombre de la vieja monarquía francesa en su
lucha contra los patriotas. Y aquellos patriotas de la revolución,
simbolizaban el poder burgués capitalista de las ciudades que había
roto con la tradición feudal.
El
21 de enero de 1793 moría guillotinado Luis XVI de Francia, a quien
los jacobinos habían condenado a muerte. La revolución de los
patriotas decretaba el asesinato público del rey de Francia, porque
lo había considerado traidor a su revolución capitalista burguesa.
El
paso del tiempo nos lleva a la paradoja de lo ocurrido el día 21 de
enero de 2017, porque ha significado la toma simbólica de esta
ciudad por los nuevos congregados, por los nuevos patriotas de
extrema derecha, reunidos en Coblenza, no se sabe a bien con qué
significación la eligieron, quizá creían atribuirse el fenómeno y
elemento de la Contrarrevolución que nada tiene que ver con el
Nazismo de las Naciones que representan, más bien al contrario. Sin
embargo esta extrema derecha, enemiga de la actual Europa, porque la
considera heredera de los valores de la revolución francesa, se ha
reunido en Coblenza, quizá para demostrar su oposición simbólica.
Pero los valores de aquellos patriotas y estos nuevos de ahora, son
exactamente los mismos: egoísmo de la comunidad nacional que
comparte rasgos culturales comunes, el proteccionismo capitalista
como bandera de guerra, y el imperialismo como supremacía económica
y racial. Son la deformación de la otra cara de los valores de la
revolución francesa los que gobiernan Europa, son la cara burguesa
del ultranacionalismo exacerbado que tiene el objetivo de llevar a
los pueblos a la guerra de todos contra todos. Y esa guerra, ya la
estaba librando el neoliberalismo capitalista bajo el dominio del
mundo anglosajón, y mientras fue el mundo anglosajón el que sentía
determinante y controlador del mango de la sartén, jamás pondría
en duda los planteamientos surgidos de los valores de la revolución
francesa: la libertad de comercio y de mercado, la libre circulación
de mercancías y personas,... porque era el mundo occidental el que
se imponía desde el capitalismo al resto del mundo. Sin embargo la
elección de Donald Trump como presidente de los EEUU y su toma de
posesión, indica un punto de inflexión realmente asombroso porque
de alguna manera representa la inseguridad de los estadounidenses y
el mundo anglosajón. Es decir, cuando el liberalismo o
neoliberalismo ya no les funciona, después de haber obligado al
mundo entero a regirse por las reglas del libre mercado, la
flexibilidad laboral y las condiciones de trabajo precario y
contaminación del planeta, después de todo esto, entonces pretenden
cambiar de modelo porque el neoliberalismo ya no les beneficia.
Bajo
el paradigma neoliberal de los patriotas surgido de la revolución
francesa burguesa, la plutocracia occidental parece desconfiada. El
avance y la aparición de nuevos populismos de ultraderecha camina
para establecerse como un nuevo orden mundial como el que aconteció
tras la revolución francesa de los patriotas. Aquellos patriotas que
tomaron el reino de Francia, el pasado 21 de enero de 2017 han tomado
la ciudad de Coblenza, símbolo de la Contrarrevolución, en su
sentido tradicional, no en el sentido que le dan estos nuevos
patriotas, que tratan de despertar una “primavera de las naziones”.
Mientras que el significado antiguo de la Contrarrevolución,
perteneciente al siglo XVIII, opuesto al liberalismo, inspiraba un
mundo y universo anticapitalista y comunalista donde la monarquía
tradicional refrenaba y sometía las aspiraciones burguesas
plutócratas; el nuevo significado de la Contrarrevolución durante
el siglo XX, ha servido para identificar el regreso de las ideas
liberales decimonónicas de libre mercado y competencia, y la
progresiva eliminación de la intervención pública estatal,
representado por la Escuela de Chicago de Milton Friedman, y los
políticos como Ronald Reagan y Margareth Thatcher, o dictadores
criminales como Pinochet en Chile.
Ahora
surge un nuevo concepto de Contrarrevolución que bebe del fascismo
puro, del ultranacionalismo, y que tiene como ejemplo el marco de
ruptura entre el pueblo y el rey, porque considera a cada pueblo como
superior respecto de los otros pueblos, lo cual envuelve de nuevo a
estos en la escalada creciente de un nuevo egoísmo, no sólo
mercantil, sino chauvinista.
Hemos
llegado a esta situación en el mundo por los impulsos de las recetas
y aplicación del modelo económico neoliberal capitalista, donde se
ha tomado por meta y triunfo una feroz e inhumana competencia entre
las personas. Se ha desnaturalizado a los seres humanos
convirtiéndolos en máquinas, y a la vista del creciente paro, y
sufrimiento económico social que supone para los ciudadanos, al
verse desamparados por los poderes públicos, y por un Estado
inexistente en cuanto a las coberturas sociales públicas se refiere,
entendemos que la población haya asumido un rol basado en la
desconfianza y la incertidumbre, que es el mejor caldo de cultivo
para el crecimiento y auge de la extrema derecha.
Toda
esta situación nos debe hacer reflexionar, para desarrollar una
recomposición de los elementos y claves sociales, para impedir este
auge, y la izquierda, lamentablemente, no está a la altura de las
circunstancias. La izquierda comunista de alguna manera ha asumido la
referencia de la antigua Unión Soviética, y de alguna manera se han
convertido en nuevos tradicionalistas de un mundo que ya no existe.
Ocurre lo mismo con el Carlismo, donde se asume las referencias de un
mundo y universo anticapitalista y comunalista que quizá podemos
encontrar en algunos pueblos y pequeñas comunidades rurales sin
ningún impacto real en la población y en nuestra sociedad.
La
extrema derecha se está haciendo fuerte y hay que impedir que sus
discursos insolidarios e inhumanos consigan establecerse y
perpetuarse en el poder, pero llevamos desde la caída de la Unión
Soviética en 1989, una deriva social cada vez más antihumana al
contemplar como los efectos sociales de la competitividad feroz, ha
establecido un paradigma mental, que ahora se trata de superar bajo
la vía estrecha de la insolidaridad, en lugar de apostar por un
modelo económico social cooperativo, no competitivo, transversal y
solidario, donde el proteccionismo sea una herramienta interventora
de los pueblos, no para hacerse la guerra entre ellos, sino para
limitar e impedir los abusos del negocio del libre mercado y comercio
internacional, donde el proteccionismo signifique un modelo de
progreso ecológico social, al favorecer la demanda de productos y
servicios que son respetuosos con el medio-ambiente, y no como pura
arma arrojadiza que sirva para dañar aún más al Planeta. Un modelo
proteccionista social ecológico en el campo de la economía
socialista sería un sistema a desarrollar, para contraponerlo al
egoísmo proteccionista de un ultranacionalismo desnortado, que trata
todavía más de deshumanizar a la humanidad.
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