Carlos Javier, jefe de la casa Borbón-Parma y heredero dinástico del carlismo.
El príncipe Carlos Javier es para los carlistas el heredero dinástico de una causa que encendió tres guerras civiles durante nuestro siglo XIX y que latía en el sangriento epílogo de 1936. El príncipe Carlos Javier es un europeísta políglota -habla castellano, francés, neerlandés, inglés, alemán e italiano- pionero en la defensa de la economía sostenible en Europa y muñidor de grandes acuerdos en este ámbito. Fiel a los ideales de sus antepasados y a los valores del carlismo popular (religioso, monárquico, foralista, confederalista y social), hay quien me apunta que sus lúcidas aportaciones le invisten como candidato a ocupar algún día la presidencia de Europa.
El príncipe Carlos Javier es para los carlistas el heredero dinástico de una causa que encendió tres guerras civiles durante nuestro siglo XIX y que latía en el sangriento epílogo de 1936. El príncipe Carlos Javier es un europeísta políglota -habla castellano, francés, neerlandés, inglés, alemán e italiano- pionero en la defensa de la economía sostenible en Europa y muñidor de grandes acuerdos en este ámbito. Fiel a los ideales de sus antepasados y a los valores del carlismo popular (religioso, monárquico, foralista, confederalista y social), hay quien me apunta que sus lúcidas aportaciones le invisten como candidato a ocupar algún día la presidencia de Europa.
victor m. amela / la vanguardia
12 de octubre de 2016
victor m. amela / la vanguardia
12 de octubre de 2016
Quiere
ser rey?
¿Qué
le respondió mi padre cuándo se lo preguntó aquí hace once años?
“No
es prioridad”, me dijo Carlos Hugo.
Y
añadió: “Soy legatario de unos derechos históricos que no
abandono..., pero la prioridad son siempre las libertades de los
pueblos”, ¿verdad?
Sí,
eso me dijo.
Pues
yo coincido con él: aprovecho mi posición como príncipe para
ayudar a mejorar el bien común, el bienestar de los pueblos.
No
entrevisto a un príncipe todos los días...
Fallecido
mi padre, hace seis años, hoy soy jefe de la casa Borbón-Parma, y
heredero dinástico de la legitimidad carlista.
El
jefe de otra casa de su familia es hoy el rey de España...
Felipe
VI, sí.
¿Qué
tal se llevan ustedes dos?
Muy
bien. No planteo pleito. Su padre pilotó la transición democrática,
un anhelo que mi padre compartía, y ambos se respetaban.
¿Quedan
aún carlistas por aquí?
En
España siempre mucha gente me comenta su afecto por el carlismo, por
vínculos familiares, es un movimiento de fondo popular. ¡Por algo
he venido ahora a Barcelona!
¿Para
qué?
Para
presentar al pueblo carlista a mi hijo recién nacido, Carlos
Enrique: él será un día mi sucesor y heredero de la causa y los
valores del carlismo.
¿Qué
valores son los del carlismo?
Libertades
individuales y justicia social, confederalismo y democracia. ¡Y
democracia no es sólo votar: es participar! El poder es del pueblo,
emana desde abajo y se delega arriba: lo contrario no es democracia.
¿Y
lo de “Dios, patria, rey”?
El
anticlericalismo liberal del siglo XIX benefició a minorías
burguesas, pero dañó a los humildes, y el carlismo reaccionó. Hoy
nos inspira el catolicismo del papa Francisco, comprometido con la
sostenibilidad.
Patria.
Alude
a los fueros, a las leyes del pueblo soberano: el carlismo tiene un
ideario foralista y confederalista.
¿El
pueblo catalán es soberano, pues?
No
quiero interferir en la política española.
Insisto
en conocer la visión carlista de esta cuestión.
Con
el sistema foral y federal carlista, no estaríamos en este punto de
confrontación.
¿Seguro?
España
no es una, sino plural. Nuestras Españas, cada una con su identidad
singular: un rey carlista quiere serlo de las Españas.
Pero...
¿para qué sirve un rey, hoy?
Es
muy útil como símbolo identitario y sirve como fusible último de
una democracia: puede alertar de su perversión.
¿España
es hoy jacobina?
Napoleón
Bonaparte trajo a España el Estado centralista. ¡Y el centralismo
es siempre un error! El poder de una calle debe ser de sus vecinos, e
ir uniéndonos todos –de abajo arriba– hasta gestionar Europa.
¿Franco
fue bonapartista, entonces?
Centralizó
todo el poder: Franco expulsó de España a mi abuelo, Javier, porque
se oponía a su decreto de unificación de carlistas y falangistas. Y
en 1969 expulsó a mi padre, Carlos Hugo, tras nombrar su sucesor a
Juan Carlos a título de rey.
¿Su
padre y su abuelo fueron antifranquistas?
Claro,
y a Franco le inquietaba el carlismo, por ser un movimiento popular.
Mi padre, en 1976, me hizo venir a conocer España, acompañado por
mi institutriz vasca..., y la Guardia Civil me detuvo en el
aeropuerto.
¿Y
eso?
Los
franquistas aún mandaban mucho, organizaron la masacre contra el
carlismo en Montejurra... “¿Teme el régimen a un niño de siete
años?”, publicó la prensa, y me soltaron. Mi abuelo ya me había
contado cómo Franco deseó que Hitler le matase...
¿Sí?
Resistente
en Francia, mi abuelo fue enviado al campo nazi de Dachau, y Franco
se encogió de hombros cuando Hitler le preguntó qué debía hacer
con él. Un día le pregunté a mi abuelo si Dachau no destruyó su
fe en la humanidad... “¡Al contrario!”, me dijo.
¿Por
qué?
“Cada
día presencié actos de heroísmo, los presos se ayudaban pese a la
amenaza de ser ejecutados: ¡mi fe en la humanidad creció!” Yo he
heredado esa confianza de mi abuelo.
¿Y
a qué se dedica usted?
Fomento
la economía circular, sostenible. Se trata de producir riqueza sin
menoscabar el medio ambiente y la justicia social. La Tierra es sólo
una y de todos, y es muy injusto que una minoría abusiva se
enriquezca en perjuicio del bienestar de la mayoría.
Suena
muy carlista...
Hemos
sido muy inconscientes, pero hoy sabemos que podemos minimizar daños.
No soportaría que un día mi hijo me afease: “Conocíais los
peligros, ¿y no hicisteis nada, papá?” Por eso reúno a sectores
empresariales, sociales, políticos, legislativos...: ya hemos
conseguido acordar que toda la energía de Holanda sea renovable en
el año 2090.
Quiere
ser rey?
¿Qué
le respondió mi padre cuándo se lo preguntó aquí hace once años?
“No
es prioridad”, me dijo Carlos Hugo.
Y
añadió: “Soy legatario de unos derechos históricos que no
abandono..., pero la prioridad son siempre las libertades de los
pueblos”, ¿verdad?
Sí,
eso me dijo.
Pues
yo coincido con él: aprovecho mi posición como príncipe para
ayudar a mejorar el bien común, el bienestar de los pueblos.
No
entrevisto a un príncipe todos los días...
Fallecido
mi padre, hace seis años, hoy soy jefe de la casa Borbón-Parma, y
heredero dinástico de la legitimidad carlista.
El
jefe de otra casa de su familia es hoy el rey de España...
Felipe
VI, sí.
¿Qué
tal se llevan ustedes dos?
Muy
bien. No planteo pleito. Su padre pilotó la transición democrática,
un anhelo que mi padre compartía, y ambos se respetaban.
¿Quedan
aún carlistas por aquí?
En
España siempre mucha gente me comenta su afecto por el carlismo, por
vínculos familiares, es un movimiento de fondo popular. ¡Por algo
he venido ahora a Barcelona!
¿Para
qué?
Para
presentar al pueblo carlista a mi hijo recién nacido, Carlos
Enrique: él será un día mi sucesor y heredero de la causa y los
valores del carlismo.
¿Qué
valores son los del carlismo?
Libertades
individuales y justicia social, confederalismo y democracia. ¡Y
democracia no es sólo votar: es participar! El poder es del pueblo,
emana desde abajo y se delega arriba: lo contrario no es democracia.
¿Y
lo de “Dios, patria, rey”?
El
anticlericalismo liberal del siglo XIX benefició a minorías
burguesas, pero dañó a los humildes, y el carlismo reaccionó. Hoy
nos inspira el catolicismo del papa Francisco, comprometido con la
sostenibilidad.
Patria.
Alude
a los fueros, a las leyes del pueblo soberano: el carlismo tiene un
ideario foralista y confederalista.
¿El
pueblo catalán es soberano, pues?
No
quiero interferir en la política española.
Insisto
en conocer la visión carlista de esta cuestión.
Con
el sistema foral y federal carlista, no estaríamos en este punto de
confrontación.
¿Seguro?
España
no es una, sino plural. Nuestras Españas, cada una con su identidad
singular: un rey carlista quiere serlo de las Españas.
Pero...
¿para qué sirve un rey, hoy?
Es
muy útil como símbolo identitario y sirve como fusible último de
una democracia: puede alertar de su perversión.
¿España
es hoy jacobina?
Napoleón
Bonaparte trajo a España el Estado centralista. ¡Y el centralismo
es siempre un error! El poder de una calle debe ser de sus vecinos, e
ir uniéndonos todos –de abajo arriba– hasta gestionar Europa.
¿Franco
fue bonapartista, entonces?
Centralizó
todo el poder: Franco expulsó de España a mi abuelo, Javier, porque
se oponía a su decreto de unificación de carlistas y falangistas. Y
en 1969 expulsó a mi padre, Carlos Hugo, tras nombrar su sucesor a
Juan Carlos a título de rey.
¿Su
padre y su abuelo fueron antifranquistas?
Claro,
y a Franco le inquietaba el carlismo, por ser un movimiento popular.
Mi padre, en 1976, me hizo venir a conocer España, acompañado por
mi institutriz vasca..., y la Guardia Civil me detuvo en el
aeropuerto.
¿Y
eso?
Los
franquistas aún mandaban mucho, organizaron la masacre contra el
carlismo en Montejurra... “¿Teme el régimen a un niño de siete
años?”, publicó la prensa, y me soltaron. Mi abuelo ya me había
contado cómo Franco deseó que Hitler le matase...
¿Sí?
Resistente
en Francia, mi abuelo fue enviado al campo nazi de Dachau, y Franco
se encogió de hombros cuando Hitler le preguntó qué debía hacer
con él. Un día le pregunté a mi abuelo si Dachau no destruyó su
fe en la humanidad... “¡Al contrario!”, me dijo.
¿Por
qué?
“Cada
día presencié actos de heroísmo, los presos se ayudaban pese a la
amenaza de ser ejecutados: ¡mi fe en la humanidad creció!” Yo he
heredado esa confianza de mi abuelo.
¿Y
a qué se dedica usted?
Fomento
la economía circular, sostenible. Se trata de producir riqueza sin
menoscabar el medio ambiente y la justicia social. La Tierra es sólo
una y de todos, y es muy injusto que una minoría abusiva se
enriquezca en perjuicio del bienestar de la mayoría.
Suena
muy carlista...
Hemos
sido muy inconscientes, pero hoy sabemos que podemos minimizar daños.
No soportaría que un día mi hijo me afease: “Conocíais los
peligros, ¿y no hicisteis nada, papá?” Por eso reúno a sectores
empresariales, sociales, políticos, legislativos...: ya hemos
conseguido acordar que toda la energía de Holanda sea renovable en
el año 2090.
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