Desde las cloacas del Estado se diseñó la "Operación Reconquista" de Montejurra
Dicha maniobra ultraderechista tenía por objetivo aniquilar el carlismo socialista autogestionario y de izquierda Federalista que representaba el Príncipe - Reclamante don Carlos Hugo de Borbón Parma, considerado Rey de las Españas, por los Legitimistas. La Monarquía Carlista era la alternativa socialista y popular frente al régimen oligárquico y plutócrata que representaba Juan Carlos; de manera que a través de los servicios secretos la monarquía capitalista dio soporte a grupos ultraderechistas nacionales y extranjeros como la TRIPLE A, Batallón Vasco Español y Guerrilleros de Cristo Rey, que posteriormente algunos de sus miembros formarían los comandos terroristas de los GAL con el mismo procedimiento bajo las estructuras del poder establecido, favoreciendo la guerra sucia de "estado paralelo" contra las reivindicaciones populares, ejerciendo un papel represor en beneficio del asentamiento de la monarquía capitalista de Juan Carlos y su oligarquía capitalista que se sigue amparando a través del bipartito PP-PSOE.
Dicha maniobra ultraderechista tenía por objetivo aniquilar el carlismo socialista autogestionario y de izquierda Federalista que representaba el Príncipe - Reclamante don Carlos Hugo de Borbón Parma, considerado Rey de las Españas, por los Legitimistas. La Monarquía Carlista era la alternativa socialista y popular frente al régimen oligárquico y plutócrata que representaba Juan Carlos; de manera que a través de los servicios secretos la monarquía capitalista dio soporte a grupos ultraderechistas nacionales y extranjeros como la TRIPLE A, Batallón Vasco Español y Guerrilleros de Cristo Rey, que posteriormente algunos de sus miembros formarían los comandos terroristas de los GAL con el mismo procedimiento bajo las estructuras del poder establecido, favoreciendo la guerra sucia de "estado paralelo" contra las reivindicaciones populares, ejerciendo un papel represor en beneficio del asentamiento de la monarquía capitalista de Juan Carlos y su oligarquía capitalista que se sigue amparando a través del bipartito PP-PSOE.
Los
jóvenes carlistas no vivimos Montejurra 76, pero sabemos su
significado. Desde la muerte del dictador Franco el 20 de noviembre
de 1975, la recién estrenada monarquía capitalista representada por
Juan Carlos I que había sido designado por el dictador como
“Rey de España”, estaba en entredicho de acuerdo a la
valoración de la opinión popular, la misma sigue sin ver a la
monarquía como una institución popular y democrática, entre otras
cosas porque no fue validada democráticamente mediante un plebiscito
popular entre monarquía y república, que ni siquiera había
valorado a las otras ramas Borbónicas. En este sentido, carece a
todas luces de legitimidad democrática que el referendum por el SI a
la reforma política del 15 de diciembre de 1976, trató de esconder
y representar dicha validación a la institución franquista.
1976
fue el año de la violencia asesina de los ultras que estaban
amparados por los cuerpos policiales y las más altas instancias del
Estado que representaba la recién estrenada monarquía capitalista
de Juan Carlos. Por aquellos días era presidente del gobierno,
Carlos Arias Navarro, ese señor que a veces aparece en algunas
chanzas digitales retocadas en el programa de El Intermedio, y
que afirmó lamentándose con voz llorosa “Españoles, Franco ha
muerto”.
En
1976, la oligarquía capitalista estaba muy preocupada, porque a
diferencia de 1936, las fuerzas populares de la oposición
democrática se habían reorganizado en la clandestinidad destacando
el papel de los comunistas y de los carlistas; esto fue reconocido en
las memorias del luchador y preso comunista Simón Sánchez
Montero quien se sorprendió como muchos otros comunistas de
encontrar en las cárceles franquistas como la de Carabanchel, a
presos carlistas. Y es que el carlismo desde los años sesenta venía
blandiendo la bandera de la “Revolución Social”, para en
1968 junto a la expulsión gubernamental impuesta a la Familia Real
Carlista de los Borbón Parma, terminar de defender la Revolución
Socialista que luego se constituyó políticamente en los
Congresos del Pueblo Carlista ocurridos en Villa-Valcarlos en
Arbonne durante los años 70. El Partido Carlista volvía a recuperar
sus orígenes populares del siglo XIX, al combatir contra el
capitalismo, por el comunal de los municipios adoptando la
generalidad en la defensa del “Comunal Público” el cual
estaba en peligro por la privatización desamortizadora de los
liberales, y que siempre había sido la preocupación social
defendida en las Constituciones Forales en cada uno de los antiguos
Reinos, Señoríos y Principados de las Españas que recordaba el
carlismo como la vertebración Federal o Cuasiconfederal de las
Españas, representadas en su monarquía popular. La evolución
del carlismo sociológico venía al compás de la apertura católica
del Concilio Vaticano II patrocinado por el papa Juan XXIII, lo que
llevó a la reacción de los sectores ultras a instalarse en la
violencia asesina cuando observó que un movimiento político e
histórico como el carlista se tornaba en contra de las consignas e
intereses de los ultras, y que esos mismos ultras consideraban
tradicionalmente como carlistas, sólo porque el carlismo había
participado en el bando “nacional” durante la guerra
civil.
La
utilización y manipulación de los muertos de la “cruzada”,
que es como llamaban los ultras a la guerra civil, tenía como
resultado una inquebrantable adhesión al franquismo institucional, y
así desde el poder, Franco y sus acólitos señalaban que el
carlismo era parte del nuevo régimen que había ayudado a construir.
Nada más lejos de la realidad, aunque cierta historiografía oficial
ayudaba a construir una lectura afín al falso relato para poner al
carlismo del lado de la oficialidad franquista, interpretación o
visión aplaudida y compartida por ciertas personas y pensadores
considerados luchadores antifranquistas, que aun habiendo conocido a
los carlistas en su lucha antifranquista, o pretenden ignorar, o se
olvidaron completamente del papel destacado de los carlistas que
defendieron las libertades y la democracia haciendo frente a la
agresión capitalista dictatorial.
Santiago
Carrillo llegaría a ser durante el exilio de la Familia Carlista
en París uno de los que esperaban durante horas para conseguir
entrevistarse con el príncipe carlista don Carlos Hugo de Borbón
Parma, y encontrarse con su hermana doña María Teresa de
Borbón Parma en innumerables ocasiones en la Platajunta y la
Coordinadora Democrática desafiando al régimen franquista; fue uno
de los que pretendió olvidarse de los carlistas, quizá quiso
olvidar a su famosa compañera Dolores Ibárruri, la Pasionaria,
nieta de carlistas y por ello terminó recriminando a su sucesor
Gerardo Iglesias, “¿qué hacían los carlistas formando
parte de Izquierda Unida en 1986?” .
Montejurra
76 pasó a la historia por cierta historiografía oficial como
una pelea entre hermanos, entre carlistas. Aquel 9 de mayo los
servicios secretos cuando era ministro del Interior Manuel Fraga
Iribarne, fundador posterior del Partido Popular,
organizaron con el apoyo de los ultras la llamada “Operación
Reconquista”, reconocida por las declaraciones del general Sáenz
de Santamaría. La idea era propinar un golpe a los carlistas
boicoteando su reunión política anual que expresaba la romería de
Montejurra y que con el paso de los años fue tomando un carácter
político y reivindicativo contra el régimen franquista. Por aquel
año la Familia Real Carlista había sido amenazada de muerte, y se
recomendaba desde el ministerio de asuntos exteriores a la Familia
Real Holandesa que no fuera ningún miembro de la misma, pues don
Carlos Hugo estaba casado con doña Irene de Holanda,
princesa de los Países Bajos. Los desaires gubernamentales a la
Dinastía Carlista eran continuados porque la oligarquía capitalista
desde el poder que detentaba apostaba por reforzar y respaldar a la
monarquía que Juan Carlos empezaba a representar y que tras 40 años,
lamentablemente, hemos podido descubrir con la actual crisis
económica de dependencia capitalista y de entrega completa de la
soberanía social y popular a los mercados internacionales en
beneficio de los designios de la plutocracia capitalista, lo estamos
viviendo.
La
Operación Reconquista tenía como objetivo quitar el
protagonismo a los carlistas que habían evolucionado a unos
planteamientos progresistas socialistas autogestionarios y
federalistas, para en su lugar poner a aquellos elementos
tradicionalistas identificados con el carlismo oficial del
franquismo. El carlismo de Franco o el “carlofranquismo”
ya venía desde el apoyo franquista al Archiduque Carlos Pio de
Habsburgo, que era el pretendiente carlista oficial del
franquismo durante los años 40. El dictador Franco para dividir a
los monárquicos utilizó al candidato Habsburgo neutralizando a los
carlistas y alfonsinos que dirimían la sucesión dinástica sin
resultado alguno.
Pero
en el año 1976, Don Carlos Hugo de Borbón Parma era el Rey Legítimo
para los Carlistas y para todos aquellos que tenían esperanzas con
romper completamente con el pasado franquista y que reivindicaban ir
hacia un proceso constituyente rechazando las leyes
franquistas.
Mientras
el franquismo evolucionaba postulando una “democracia formal
tutelada” censurando a determinadas fuerzas políticas como el
Partido Comunista de España, Esquerra Republicana de
Catalunya o el Partido Carlista (el cual no fue
autorizado a presentarse a la primeras elecciones democráticas del
15 de Junio de 1977. Las fuerzas de la oposición antifranquista se
olvidaron del “O todos o ninguno”); los hombres del Régimen
como Torcuato Fernández Miranda o Adolfo Suarez postulaban el
planteamiento llamado “de la ley, a la ley”, que era
utilizar las leyes franquistas para que a través de ellas o mediante
las mismas “nos diéramos todos” un sistema democrático,
que primero estaría tutelado por el ejército, y después como ya
hemos visto, por las fuerzas del mercado neoliberal capitalista. De
esta manera, los grupos conservadores o de derechas liberales se
avinieron a la pantomima que les beneficiaba, al igual que ocurriría
con el PSOE y con todos aquellos que aceptaron los “Pactos de la
Moncloa”, que fue el culmen de la capitulación de las tan
cacareadas libertades democráticas, las cuales en esencia fueron
entregadas su gestión a los grupos de poder oligárquico que
mantenían el sistema económico capitalista, bajo el esperpento del
turnismo bipartito que tenemos PP-PSOE, que algún día se habrá de
llamar el régimen de la II Restauración Borbónica, porque se ha
tratado de un esquema similar al decimonónico planteado por Cánovas
del Castillo y Sagasta, al margen de la voluntad democrática de las
fuerzas populares.
Pero
los carlistas de 1976 no aceptaban el planteamiento “de la ley a
la ley”, porque ello implicaba reconocer el origen
franquista de la ley, y por tanto el origen franquista de la
actual constitución de 1978 y vigente monarquía neocapitalista.
Las
fuerzas conservadoras representadas por la oligarquía capitalista en
1976, estaban muy preocupadas por la creciente oposición democrática
que formaba el Partido Comunista de España y otras fuerzas radicales
de izquierda obrera y revolucionaria, las cuales eran conscientes de
la evolución revolucionaria de un sector del carlismo sociológico
que había restaurado el Partido Carlista que estaba dirigido
por el príncipe Carlos Hugo de Borbón Parma, de ideología
socialista autogestionaria, y ello planteaba la posibilidad de un
entendimiento real en el plano político hasta el punto de oponer la
alternativa de monarquía socialista autogestionaria y federal, a la
monarquía instaurada por el franquismo representada en aquel momento
por Juan Carlos. Este hecho es lo que llevó a los servicios secretos
del Estado y al ministerio del interior, cuyo responsable era Manuel
Fraga Iribarne, y de acuerdo a las declaraciones posteriores del
general Sáez de Santamaría, a golpear contundentemente y de la
manera más violenta y brusca posible a los carlistas el día 9 de
mayo de 1976, con el objetivo de desacreditar públicamente al
carlismo y descabezar a la oposición democrática, protagonizada por
los movimientos sociales y políticos de izquierdas, al quitarle la
posibilidad de estar liderada o representada por un Rey Socialista
que respondía a una superestructura de Monarquía Socialista
Autogestionaria y Federal.
Los
mismos ultras en declaraciones posteriores años más tarde,
reconocerían después la intentona de la alianza del Carlismo con la
Izquierda para restaurar a la rama de los Borbones Carlistas bajo la
fórmula de una monarquía socialista, y ellos mismos se jactaban,
como se siguen jactando del papel representado y ejercido por los
pistoleros ultras aquel día 9 de mayo de 1976 que dispararon contra
la masa del pueblo carlista con el resultado de dos muertos (Ricardo
García Pellejero y Aniano Jimenez Santos) y varios heridos de bala,
y mientras ocurrían dichos actos, la guardia civil allí presente
tenía la orden de no hacer absolutamente nada, dejando que los
terroristas allí enviados por el Estado y los servicios secretos,
perpetraran todas las atrocidades que les diera la gana como muy bien
pueden verse en las fotografías e informes documentales de
Montejurra 76 que hay al respecto.
Pistoleros
ultras como Jean Pierre Chèrid formaron parte de la comitiva
que integraba a diversos miembros de la Triple A, Batallón
Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey; algunos de
ellos como Chèrid, formaría posteriormente parte de los famosos GAL
del señor X, que el actual dirigente de PODEMOS, Pablo Iglesias ha
recordado muy bien en el Congreso de los Diputados, cuando ha
destacado a los asesinados Lasa y Zavala, e imputado la
responsabilidad de aquellos hechos al expresidente del gobierno
Felipe González Márquez. Y es que las cloacas del Estado tienen
mucho que contar y que decir al haber servido a los intereses de la
oligarquía capitalista, la cual siempre ha tratado de mantenerse en
el poder a toda costa, impidiendo el triunfo de las fuerzas sociales
de izquierdas, tratando de reducir Montejurra 76 a una guerra
entre hermanos, cuando en realidad fue un crimen perpetrado por el
Estado contra el carlismo para evitar que triunfara la democracia y
el socialismo, garantizando el desarrollo de una democracia formal
tutelada por la plutocracia capitalista. Así el establishment
quedó bien asentado y tranquilizado bajo el paraguas de la monarquía
neoliberal que representó Juan Carlos y que sigue presente en su
hijo Felipe.
Desde aquí, rendimos homenaje a los asesinados: Ricardo y Aniano, a quienes no olvidamos, pedimos se haga justicia, esclareciendo la verdad de los hechos, desclasificando los documentos oficiales que hay al respecto, condenando debidamente a los culpables tanto directos como indirectos, y por ello señalamos a la institución monárquica representada hoy por Felipe, como cúlpable cuando su padre estaba de Rey por Franco, ya que esta "Operación Reconquista" de la montaña de Montejurra 76, tenía la intención de aplastar las aspiraciones del Rey Carlos Hugo de Borbón Parma como referente de la Monarquía Socialista Autogestionaria.
Los
jóvenes carlistas no vivimos Montejurra 76, pero sabemos su
significado. Desde la muerte del dictador Franco el 20 de noviembre
de 1975, la recién estrenada monarquía capitalista representada por
Juan Carlos I que había sido designado por el dictador como
“Rey de España”, estaba en entredicho de acuerdo a la
valoración de la opinión popular, la misma sigue sin ver a la
monarquía como una institución popular y democrática, entre otras
cosas porque no fue validada democráticamente mediante un plebiscito
popular entre monarquía y república, que ni siquiera había
valorado a las otras ramas Borbónicas. En este sentido, carece a
todas luces de legitimidad democrática que el referendum por el SI a
la reforma política del 15 de diciembre de 1976, trató de esconder
y representar dicha validación a la institución franquista.
1976
fue el año de la violencia asesina de los ultras que estaban
amparados por los cuerpos policiales y las más altas instancias del
Estado que representaba la recién estrenada monarquía capitalista
de Juan Carlos. Por aquellos días era presidente del gobierno,
Carlos Arias Navarro, ese señor que a veces aparece en algunas
chanzas digitales retocadas en el programa de El Intermedio, y
que afirmó lamentándose con voz llorosa “Españoles, Franco ha
muerto”.
En
1976, la oligarquía capitalista estaba muy preocupada, porque a
diferencia de 1936, las fuerzas populares de la oposición
democrática se habían reorganizado en la clandestinidad destacando
el papel de los comunistas y de los carlistas; esto fue reconocido en
las memorias del luchador y preso comunista Simón Sánchez
Montero quien se sorprendió como muchos otros comunistas de
encontrar en las cárceles franquistas como la de Carabanchel, a
presos carlistas. Y es que el carlismo desde los años sesenta venía
blandiendo la bandera de la “Revolución Social”, para en
1968 junto a la expulsión gubernamental impuesta a la Familia Real
Carlista de los Borbón Parma, terminar de defender la Revolución
Socialista que luego se constituyó políticamente en los
Congresos del Pueblo Carlista ocurridos en Villa-Valcarlos en
Arbonne durante los años 70. El Partido Carlista volvía a recuperar
sus orígenes populares del siglo XIX, al combatir contra el
capitalismo, por el comunal de los municipios adoptando la
generalidad en la defensa del “Comunal Público” el cual
estaba en peligro por la privatización desamortizadora de los
liberales, y que siempre había sido la preocupación social
defendida en las Constituciones Forales en cada uno de los antiguos
Reinos, Señoríos y Principados de las Españas que recordaba el
carlismo como la vertebración Federal o Cuasiconfederal de las
Españas, representadas en su monarquía popular. La evolución
del carlismo sociológico venía al compás de la apertura católica
del Concilio Vaticano II patrocinado por el papa Juan XXIII, lo que
llevó a la reacción de los sectores ultras a instalarse en la
violencia asesina cuando observó que un movimiento político e
histórico como el carlista se tornaba en contra de las consignas e
intereses de los ultras, y que esos mismos ultras consideraban
tradicionalmente como carlistas, sólo porque el carlismo había
participado en el bando “nacional” durante la guerra
civil.
La
utilización y manipulación de los muertos de la “cruzada”,
que es como llamaban los ultras a la guerra civil, tenía como
resultado una inquebrantable adhesión al franquismo institucional, y
así desde el poder, Franco y sus acólitos señalaban que el
carlismo era parte del nuevo régimen que había ayudado a construir.
Nada más lejos de la realidad, aunque cierta historiografía oficial
ayudaba a construir una lectura afín al falso relato para poner al
carlismo del lado de la oficialidad franquista, interpretación o
visión aplaudida y compartida por ciertas personas y pensadores
considerados luchadores antifranquistas, que aun habiendo conocido a
los carlistas en su lucha antifranquista, o pretenden ignorar, o se
olvidaron completamente del papel destacado de los carlistas que
defendieron las libertades y la democracia haciendo frente a la
agresión capitalista dictatorial.
Santiago
Carrillo llegaría a ser durante el exilio de la Familia Carlista
en París uno de los que esperaban durante horas para conseguir
entrevistarse con el príncipe carlista don Carlos Hugo de Borbón
Parma, y encontrarse con su hermana doña María Teresa de
Borbón Parma en innumerables ocasiones en la Platajunta y la
Coordinadora Democrática desafiando al régimen franquista; fue uno
de los que pretendió olvidarse de los carlistas, quizá quiso
olvidar a su famosa compañera Dolores Ibárruri, la Pasionaria,
nieta de carlistas y por ello terminó recriminando a su sucesor
Gerardo Iglesias, “¿qué hacían los carlistas formando
parte de Izquierda Unida en 1986?” .
Montejurra
76 pasó a la historia por cierta historiografía oficial como
una pelea entre hermanos, entre carlistas. Aquel 9 de mayo los
servicios secretos cuando era ministro del Interior Manuel Fraga
Iribarne, fundador posterior del Partido Popular,
organizaron con el apoyo de los ultras la llamada “Operación
Reconquista”, reconocida por las declaraciones del general Sáenz
de Santamaría. La idea era propinar un golpe a los carlistas
boicoteando su reunión política anual que expresaba la romería de
Montejurra y que con el paso de los años fue tomando un carácter
político y reivindicativo contra el régimen franquista. Por aquel
año la Familia Real Carlista había sido amenazada de muerte, y se
recomendaba desde el ministerio de asuntos exteriores a la Familia
Real Holandesa que no fuera ningún miembro de la misma, pues don
Carlos Hugo estaba casado con doña Irene de Holanda,
princesa de los Países Bajos. Los desaires gubernamentales a la
Dinastía Carlista eran continuados porque la oligarquía capitalista
desde el poder que detentaba apostaba por reforzar y respaldar a la
monarquía que Juan Carlos empezaba a representar y que tras 40 años,
lamentablemente, hemos podido descubrir con la actual crisis
económica de dependencia capitalista y de entrega completa de la
soberanía social y popular a los mercados internacionales en
beneficio de los designios de la plutocracia capitalista, lo estamos
viviendo.
La
Operación Reconquista tenía como objetivo quitar el
protagonismo a los carlistas que habían evolucionado a unos
planteamientos progresistas socialistas autogestionarios y
federalistas, para en su lugar poner a aquellos elementos
tradicionalistas identificados con el carlismo oficial del
franquismo. El carlismo de Franco o el “carlofranquismo”
ya venía desde el apoyo franquista al Archiduque Carlos Pio de
Habsburgo, que era el pretendiente carlista oficial del
franquismo durante los años 40. El dictador Franco para dividir a
los monárquicos utilizó al candidato Habsburgo neutralizando a los
carlistas y alfonsinos que dirimían la sucesión dinástica sin
resultado alguno.
Pero
en el año 1976, Don Carlos Hugo de Borbón Parma era el Rey Legítimo
para los Carlistas y para todos aquellos que tenían esperanzas con
romper completamente con el pasado franquista y que reivindicaban ir
hacia un proceso constituyente rechazando las leyes
franquistas.
Mientras
el franquismo evolucionaba postulando una “democracia formal
tutelada” censurando a determinadas fuerzas políticas como el
Partido Comunista de España, Esquerra Republicana de
Catalunya o el Partido Carlista (el cual no fue
autorizado a presentarse a la primeras elecciones democráticas del
15 de Junio de 1977. Las fuerzas de la oposición antifranquista se
olvidaron del “O todos o ninguno”); los hombres del Régimen
como Torcuato Fernández Miranda o Adolfo Suarez postulaban el
planteamiento llamado “de la ley, a la ley”, que era
utilizar las leyes franquistas para que a través de ellas o mediante
las mismas “nos diéramos todos” un sistema democrático,
que primero estaría tutelado por el ejército, y después como ya
hemos visto, por las fuerzas del mercado neoliberal capitalista. De
esta manera, los grupos conservadores o de derechas liberales se
avinieron a la pantomima que les beneficiaba, al igual que ocurriría
con el PSOE y con todos aquellos que aceptaron los “Pactos de la
Moncloa”, que fue el culmen de la capitulación de las tan
cacareadas libertades democráticas, las cuales en esencia fueron
entregadas su gestión a los grupos de poder oligárquico que
mantenían el sistema económico capitalista, bajo el esperpento del
turnismo bipartito que tenemos PP-PSOE, que algún día se habrá de
llamar el régimen de la II Restauración Borbónica, porque se ha
tratado de un esquema similar al decimonónico planteado por Cánovas
del Castillo y Sagasta, al margen de la voluntad democrática de las
fuerzas populares.
Pero
los carlistas de 1976 no aceptaban el planteamiento “de la ley a
la ley”, porque ello implicaba reconocer el origen
franquista de la ley, y por tanto el origen franquista de la
actual constitución de 1978 y vigente monarquía neocapitalista.
Las
fuerzas conservadoras representadas por la oligarquía capitalista en
1976, estaban muy preocupadas por la creciente oposición democrática
que formaba el Partido Comunista de España y otras fuerzas radicales
de izquierda obrera y revolucionaria, las cuales eran conscientes de
la evolución revolucionaria de un sector del carlismo sociológico
que había restaurado el Partido Carlista que estaba dirigido
por el príncipe Carlos Hugo de Borbón Parma, de ideología
socialista autogestionaria, y ello planteaba la posibilidad de un
entendimiento real en el plano político hasta el punto de oponer la
alternativa de monarquía socialista autogestionaria y federal, a la
monarquía instaurada por el franquismo representada en aquel momento
por Juan Carlos. Este hecho es lo que llevó a los servicios secretos
del Estado y al ministerio del interior, cuyo responsable era Manuel
Fraga Iribarne, y de acuerdo a las declaraciones posteriores del
general Sáez de Santamaría, a golpear contundentemente y de la
manera más violenta y brusca posible a los carlistas el día 9 de
mayo de 1976, con el objetivo de desacreditar públicamente al
carlismo y descabezar a la oposición democrática, protagonizada por
los movimientos sociales y políticos de izquierdas, al quitarle la
posibilidad de estar liderada o representada por un Rey Socialista
que respondía a una superestructura de Monarquía Socialista
Autogestionaria y Federal.
Los
mismos ultras en declaraciones posteriores años más tarde,
reconocerían después la intentona de la alianza del Carlismo con la
Izquierda para restaurar a la rama de los Borbones Carlistas bajo la
fórmula de una monarquía socialista, y ellos mismos se jactaban,
como se siguen jactando del papel representado y ejercido por los
pistoleros ultras aquel día 9 de mayo de 1976 que dispararon contra
la masa del pueblo carlista con el resultado de dos muertos (Ricardo
García Pellejero y Aniano Jimenez Santos) y varios heridos de bala,
y mientras ocurrían dichos actos, la guardia civil allí presente
tenía la orden de no hacer absolutamente nada, dejando que los
terroristas allí enviados por el Estado y los servicios secretos,
perpetraran todas las atrocidades que les diera la gana como muy bien
pueden verse en las fotografías e informes documentales de
Montejurra 76 que hay al respecto.
Pistoleros
ultras como Jean Pierre Chèrid formaron parte de la comitiva
que integraba a diversos miembros de la Triple A, Batallón
Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey; algunos de
ellos como Chèrid, formaría posteriormente parte de los famosos GAL
del señor X, que el actual dirigente de PODEMOS, Pablo Iglesias ha
recordado muy bien en el Congreso de los Diputados, cuando ha
destacado a los asesinados Lasa y Zavala, e imputado la
responsabilidad de aquellos hechos al expresidente del gobierno
Felipe González Márquez. Y es que las cloacas del Estado tienen
mucho que contar y que decir al haber servido a los intereses de la
oligarquía capitalista, la cual siempre ha tratado de mantenerse en
el poder a toda costa, impidiendo el triunfo de las fuerzas sociales
de izquierdas, tratando de reducir Montejurra 76 a una guerra
entre hermanos, cuando en realidad fue un crimen perpetrado por el
Estado contra el carlismo para evitar que triunfara la democracia y
el socialismo, garantizando el desarrollo de una democracia formal
tutelada por la plutocracia capitalista. Así el establishment
quedó bien asentado y tranquilizado bajo el paraguas de la monarquía
neoliberal que representó Juan Carlos y que sigue presente en su
hijo Felipe.
Desde aquí, rendimos homenaje a los asesinados: Ricardo y Aniano, a quienes no olvidamos, pedimos se haga justicia, esclareciendo la verdad de los hechos, desclasificando los documentos oficiales que hay al respecto, condenando debidamente a los culpables tanto directos como indirectos, y por ello señalamos a la institución monárquica representada hoy por Felipe, como cúlpable cuando su padre estaba de Rey por Franco, ya que esta "Operación Reconquista" de la montaña de Montejurra 76, tenía la intención de aplastar las aspiraciones del Rey Carlos Hugo de Borbón Parma como referente de la Monarquía Socialista Autogestionaria.
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