Un grito desde los pueblos de Teruel por Aragón, las Españas y Europa
Las consecuencias que ha traído el éxodo rural tardío, unidas a las épocas de falsa bonanza del capitalismo, con sus crisis, han propiciado el paso en pocas generaciones de una sociedad rural en cierta manera tradicional, a una clase obrera urbana o pequeño burguesa, a grandes rasgos, aunque con excepciones. Se ha diluido en ese paso del medio rural al urbano, ese campesinado desposeído que trabaja en otro tiempo los bienes comunales en mancomunidad.
El sector
agrícola en Aragón, otrora importantísimo, se concentra en productos
excedentarios y de escasa viabilidad en el contexto de la PAC, de rentabilidad
baja, poco industrializados y en manos de pequeñas empresas muy limitadas para
competir internacionalmente. El sector se ve sometido a una fuerte
reestructuración con una fuerte pérdida de empleo, cifrada en el 35% desde la
década de los 80 y con previsión de aumento por el impacto de la PAC: las
perspectivas apuntan al declive de los cultivos tradicionales, con tendencia a
la gradual desaparición de los cereales de secano en Huesca y Teruel, y a la
insuficiencia de las iniciativas de calidad agroalimentaria. El auge del
agroturismo se enfrenta a dificultades como las insuficiencias en
infraestructuras turísticas, la falta de articulación de los canales de
comercialización de la nueva oferta rural o la concentración turística en torno
al esquí en el Pirineo, en contraste con el escaso pero valiosísimo desarrollo
turístico de la provincia de Teruel.
Es lógico,
hasta cierto, punto que se pretendiera reconvertir el sector hacia los
servicios o hacia donde fuese y que se redujeran los puestos de trabajo en la
agricultura, lo negativo es que esas cuantiosas subvenciones de Europa para
diversificar, como de costumbre, no siempre se emplearon de la manera precisa
para que esos puestos de trabajo se pudieran mantener y una generación casi entera
se vio obligada a marchar del campo a la ciudad.
La innovación tecnológica que se llevó el
trabajo, se llevó también a los animales de carga que venían desarrollando ese
trabajo hasta entonces en lugar de las maquinas, llevando incluso al
tradicional burro al peligro de extinción, por ejemplo. También otros animales
domésticos que suplían a la agricultura en la economía familiar desaparecieron
de los pueblos para en el mejor de los casos ser masificados en granjas tan
asfixiantes como productivas.
Es preciso
señalar también que debido a la gran inversión que suponía actualizarse para
cada pequeño propietario, se ahondó más
la fractura económica propia del medio rural, haciendo mucho más rentable económicamente las grandes
explotaciones que concentran mucha propiedad frente a las dispersas y pequeñas
parcelas del propietario medio que posee
y trabaja él mismo y su familia. Lo que paulatinamente ha llevado sin haber
habido relevo generacional, prácticamente al abandono, es decir, extensiones
enteras de cultivo familiares que pasan añada tras añada a yermo. Como mucho se
mantiene trabajando por afición o tradición una pequeña explotación comúnmente
hortícola, con lo que nos encontramos con vastas extensiones de terreno
productivo sin explotar.
La media de la
cuantía de las subvenciones europeas ha sido en torno a 350 millones de euros
si tomamos la del año 2002 como cúspide y ejemplo , que fueron 352 millones de
euros, aunque desde entonces ha ido descendiendo. 350 millones de euros anuales
en el mejor de los casos, por los que hemos desmantelado todo un sector
productivo tan vital como es la agricultura en base a mandatos externos que
atienden solo a principios económicos. Siendo además los sectores más afectados
los de más alta calidad aunque no muy constante rendimiento, por estar sujeto a
factores climáticos. 350 millones de euros anuales por los que hemos aceptado
unos precios que salvo en el caso del trigo duro y su espectacular auge de hace
unos pocos años no han experimentado apenas cambios, es decir, se sigue pagando
a casi lo mismo que lo que se pagaba antes de la PAC, mientras que los costes y
gastos han subido a lo largo de todos estos años, algunos exponencialmente como
es el caso de los combustibles. Aunque por otro lado también es de justicia
reconocer que no se tienen en cuenta factores exógenos (temperatura y
precipitaciones que determinan la cosecha) y se asume siempre la compra de la totalidad
de la misma fijando los precios atendiendo a la previsión y comparación de años
anteriores.
Aun así, a
pesar de todas estas consecuencias negativas de la PAC, el trabajo estacional, o
de temporada se ha mantenido e incluso ha aumentado, al concentrarse en un
periodo más específico las temporadas de recogida de fruta, lo que ha
posibilitado que hubiera cierto exceso de oferta, que una vez huidos forzosamente
a la ciudad los jornaleros, han cubierto trabajadores extranjeros, quienes han
ayudado además a combatir la despoblación, llegando a asentarse con mayor
facilidad de arraigo en el medio rural que en las ciudades o cabeceras de
comarca.
Unido a toda esta problemática, pervive, en el imaginario colectivo de toda una
provincia, un grito de protesta que viene sosteniéndose en el tiempo durante al
menos un año y medio. Se trata de las diferentes marchas que han venido
realizando los agricultores y ganaderos de Teruel, agrupados en torno al
sindicato agrigate. Sus movilizaciones intentan hacer frente a una imposición
injusta que ha mermado, más si cabe todavía, su ancestral modo de vida.
Son gentes humildes, en su mayoría de edad avanzada, sus familias y sus
pueblos, quienes están sufriendo el agravio que el actual gobierno de Aragón y
su consejero, prometieron solucionar. Es un tema delicado y controvertido.
Puede verse en sus caras la preocupación y a la vez, esa paciencia tan
característica de su profesión, con la que afrontan esta situación. Hace poco
tuve oportunidad de charlar sobre el tema con varios de los pocos jóvenes que
se han incorporado al sector recientemente. No sin antes invertir una elevada
cantidad de dinero y reconociendo que han tenido suerte, están trabajando en lo
que les gusta. Pero ellos no tienen la misma paciencia, quizá por una condición
biológica evidente, que sus compañeros. Ven las cosas desde otra perspectiva,
igual con algo más de visión de futuro dado que han visto a sus amigos marchar
a estudiar para volver el fin de semana, primero y para no volver a hacerlo,
luego.
Sirvan estas líneas ante todo como agradecimiento, esperemos que su situación
mejore pronto.
El sector
agrícola en Aragón, otrora importantísimo, se concentra en productos
excedentarios y de escasa viabilidad en el contexto de la PAC, de rentabilidad
baja, poco industrializados y en manos de pequeñas empresas muy limitadas para
competir internacionalmente. El sector se ve sometido a una fuerte
reestructuración con una fuerte pérdida de empleo, cifrada en el 35% desde la
década de los 80 y con previsión de aumento por el impacto de la PAC: las
perspectivas apuntan al declive de los cultivos tradicionales, con tendencia a
la gradual desaparición de los cereales de secano en Huesca y Teruel, y a la
insuficiencia de las iniciativas de calidad agroalimentaria. El auge del
agroturismo se enfrenta a dificultades como las insuficiencias en
infraestructuras turísticas, la falta de articulación de los canales de
comercialización de la nueva oferta rural o la concentración turística en torno
al esquí en el Pirineo, en contraste con el escaso pero valiosísimo desarrollo
turístico de la provincia de Teruel.
Es lógico,
hasta cierto, punto que se pretendiera reconvertir el sector hacia los
servicios o hacia donde fuese y que se redujeran los puestos de trabajo en la
agricultura, lo negativo es que esas cuantiosas subvenciones de Europa para
diversificar, como de costumbre, no siempre se emplearon de la manera precisa
para que esos puestos de trabajo se pudieran mantener y una generación casi entera
se vio obligada a marchar del campo a la ciudad.
La innovación tecnológica que se llevó el
trabajo, se llevó también a los animales de carga que venían desarrollando ese
trabajo hasta entonces en lugar de las maquinas, llevando incluso al
tradicional burro al peligro de extinción, por ejemplo. También otros animales
domésticos que suplían a la agricultura en la economía familiar desaparecieron
de los pueblos para en el mejor de los casos ser masificados en granjas tan
asfixiantes como productivas.
Es preciso
señalar también que debido a la gran inversión que suponía actualizarse para
cada pequeño propietario, se ahondó más
la fractura económica propia del medio rural, haciendo mucho más rentable económicamente las grandes
explotaciones que concentran mucha propiedad frente a las dispersas y pequeñas
parcelas del propietario medio que posee
y trabaja él mismo y su familia. Lo que paulatinamente ha llevado sin haber
habido relevo generacional, prácticamente al abandono, es decir, extensiones
enteras de cultivo familiares que pasan añada tras añada a yermo. Como mucho se
mantiene trabajando por afición o tradición una pequeña explotación comúnmente
hortícola, con lo que nos encontramos con vastas extensiones de terreno
productivo sin explotar.
La media de la
cuantía de las subvenciones europeas ha sido en torno a 350 millones de euros
si tomamos la del año 2002 como cúspide y ejemplo , que fueron 352 millones de
euros, aunque desde entonces ha ido descendiendo. 350 millones de euros anuales
en el mejor de los casos, por los que hemos desmantelado todo un sector
productivo tan vital como es la agricultura en base a mandatos externos que
atienden solo a principios económicos. Siendo además los sectores más afectados
los de más alta calidad aunque no muy constante rendimiento, por estar sujeto a
factores climáticos. 350 millones de euros anuales por los que hemos aceptado
unos precios que salvo en el caso del trigo duro y su espectacular auge de hace
unos pocos años no han experimentado apenas cambios, es decir, se sigue pagando
a casi lo mismo que lo que se pagaba antes de la PAC, mientras que los costes y
gastos han subido a lo largo de todos estos años, algunos exponencialmente como
es el caso de los combustibles. Aunque por otro lado también es de justicia
reconocer que no se tienen en cuenta factores exógenos (temperatura y
precipitaciones que determinan la cosecha) y se asume siempre la compra de la totalidad
de la misma fijando los precios atendiendo a la previsión y comparación de años
anteriores.
Aun así, a
pesar de todas estas consecuencias negativas de la PAC, el trabajo estacional, o
de temporada se ha mantenido e incluso ha aumentado, al concentrarse en un
periodo más específico las temporadas de recogida de fruta, lo que ha
posibilitado que hubiera cierto exceso de oferta, que una vez huidos forzosamente
a la ciudad los jornaleros, han cubierto trabajadores extranjeros, quienes han
ayudado además a combatir la despoblación, llegando a asentarse con mayor
facilidad de arraigo en el medio rural que en las ciudades o cabeceras de
comarca.
Unido a toda esta problemática, pervive, en el imaginario colectivo de toda una provincia, un grito de protesta que viene sosteniéndose en el tiempo durante al menos un año y medio. Se trata de las diferentes marchas que han venido realizando los agricultores y ganaderos de Teruel, agrupados en torno al sindicato agrigate. Sus movilizaciones intentan hacer frente a una imposición injusta que ha mermado, más si cabe todavía, su ancestral modo de vida.
Son gentes humildes, en su mayoría de edad avanzada, sus familias y sus pueblos, quienes están sufriendo el agravio que el actual gobierno de Aragón y su consejero, prometieron solucionar. Es un tema delicado y controvertido. Puede verse en sus caras la preocupación y a la vez, esa paciencia tan característica de su profesión, con la que afrontan esta situación. Hace poco tuve oportunidad de charlar sobre el tema con varios de los pocos jóvenes que se han incorporado al sector recientemente. No sin antes invertir una elevada cantidad de dinero y reconociendo que han tenido suerte, están trabajando en lo que les gusta. Pero ellos no tienen la misma paciencia, quizá por una condición biológica evidente, que sus compañeros. Ven las cosas desde otra perspectiva, igual con algo más de visión de futuro dado que han visto a sus amigos marchar a estudiar para volver el fin de semana, primero y para no volver a hacerlo, luego.
Sirvan estas líneas ante todo como agradecimiento, esperemos que su situación mejore pronto.
Unido a toda esta problemática, pervive, en el imaginario colectivo de toda una provincia, un grito de protesta que viene sosteniéndose en el tiempo durante al menos un año y medio. Se trata de las diferentes marchas que han venido realizando los agricultores y ganaderos de Teruel, agrupados en torno al sindicato agrigate. Sus movilizaciones intentan hacer frente a una imposición injusta que ha mermado, más si cabe todavía, su ancestral modo de vida.
Son gentes humildes, en su mayoría de edad avanzada, sus familias y sus pueblos, quienes están sufriendo el agravio que el actual gobierno de Aragón y su consejero, prometieron solucionar. Es un tema delicado y controvertido. Puede verse en sus caras la preocupación y a la vez, esa paciencia tan característica de su profesión, con la que afrontan esta situación. Hace poco tuve oportunidad de charlar sobre el tema con varios de los pocos jóvenes que se han incorporado al sector recientemente. No sin antes invertir una elevada cantidad de dinero y reconociendo que han tenido suerte, están trabajando en lo que les gusta. Pero ellos no tienen la misma paciencia, quizá por una condición biológica evidente, que sus compañeros. Ven las cosas desde otra perspectiva, igual con algo más de visión de futuro dado que han visto a sus amigos marchar a estudiar para volver el fin de semana, primero y para no volver a hacerlo, luego.
Sirvan estas líneas ante todo como agradecimiento, esperemos que su situación mejore pronto.
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