Lo que hoy llamamos Unión Europea fue un intento de acabar con la guerra entre Francia y Alemania
Democristianos y socialdemócratas ilustres se hallan en los cimientos de esta empresa colectiva.
Recordar hoy los nombres de Robert Schuman, Jean
Monet y Paul
-Henry Spaak no es sólo un acto de justicia, es una lección evocadora que
ilumina nuestro turbio presente y marca una guía hacia el futuro. ¡Qué
diferencia entre la mediocridad de los actuales dirigentes europeos con
aquellas figuras gigantes de De Gasperi, Adenauer y De Gaulle!. La comparación
da grima. ¡Y la de los electores!. Los
de entonces tenían esperanza. Conservaban frescas las lecciones amargas de la
guerra y querían a través del diálogo y la cooperación cicatrizar sus heridas.
Hogaño, los ciudadanos europeos de hoy, somos más ricos, resignados y
acomodaticios. ¿No pensamos sólo en nuestra comodidad a corto plazo y ponemos
en el poder político a marionetas insensibles?.
La Europa naciente de la posguerra intentó
construir su unidad a través del terreno económico. Fueron los años en que se
consolidó un Estado del Bienestar con unas conquistas sociales y libertades
políticas, fruto del diálogo entre agentes sociales y poderes políticos
favorecedores. Se proclamó el camino de una unidad política de Europa que en el
sueño de De Gaulle abarcaría desde el Atlántico hasta los Urales, aunque con su
veto hacia el ingreso del Reino Unido, siempre insolidario y reticente,
refugiado en su insolidaridad.
Y empezó a construirse un tinglado institucional,
complejo, burocrático y alejado de una representación democrática directa. Se
proclamó la libre circulación de capital, mercancías y personas dentro de sus
límites, pero proteccionista frente al exterior. Se fue ampliando el número de
los Estados que lo componían. No pudo, por la presión de los Estados,
articularse una política común de asuntos exteriores. Ni tampoco una defensa
común, pues se haya supeditada a la intereses extraeuropeos de la OTAN. No se
avanzó en una armonización fiscal entre sus miembros, ni de sus derechos
sociales. Los avances en materia educativa y cultural común son nimios: los
nacionalismos impiden una visión europea en la materia. Se ha creado una
moneda, el euro, aceptada por muchos de los componentes de la Unión Europea que
han abdicado de su antigua soberanía monetaria.
La caída del imperio soviético y la hegemonía del
neoliberalismo global ha dejado inerme a la vieja Europa. Democristianos y
socialdemócratas han abandonado sus respectiva ideologías y aceptan sin rubor
las consignas neoliberales. Austeridad y
recortes sociales están dejando en cueros el antaño robusto Estado del
Bienestar. Las grandes multinacionales dictan sus normas a los políticos
europeos. Y paraísos fiscales, a sus puertas y aun dentro de ella, les permiten
evadir impuestos y mermar la capacidad recaudatoria de sus fiscos.
Varios hechos graves ponen hoy en riesgo la Unión
Europea. En primer lugar, la posible salida del Reino Unido, con un referéndum,
exigido por el nacionalismo británico. Para frenarlo, Cameron lanzó un órdago a
las instituciones europeas y lo ganó. Con él, la igualdad entre su ciudadanos
se rompe y Gran Bretaña se atribuye la potestad de vetar aquellas disposiciones
comunitarias que pretendan avanzar en la unidad política. Amparado por ello, se
ha lanzado, aun dividiendo al gobierno y a su partido, a preconizar el
mantenimiento de su status privilegiado dentro de la Unión. Aduce fuertes
motivaciones económicas, por las pérdidas catastróficas que supondría la
salida.
En segundo lugar, el avance de las posturas
nacionalistas y xenófobas en todos los países, con mayor fuerza en las nuevas
incorporaciones de antiguas colonias del imperialismo soviético. Pretenden
recobrar las parcelas de soberanía estatal cedidas a la Unión y, a menudo,
volver a sus antiguas monedas nacionales. En las mismas Francia y Alemania su
influencia es cada vez mayor, Para contrarrestarlas, los gobiernos mayoritarias
van incorporando a sus políticas muchas de sus reivindicaciones.
El proyectado Tratado de Libre Comercio entre la
Unión Europea y USA es otro ataque a la línea de flotación del proyecto
europeo. Deja inermes las legislaciones continentales o estatales en materia
laboral, seguridad alimentaria y protección del medio ambiente. El poder de las
grandes multinacionales no podrá verse constreñido, de aprobarse, por decisiones de Tribunales europeos, sino
que se someterá a un Tribunal de Arbitraje, sometido a aquellos intereses. ¿Por
qué, sino se hurta a la opinión pública europea el conocimiento de sus
cláusulas y, sólo a regañadientes, han podido acceder a ellas los miembros del
Parlamento europeo?.
Los atentados terroristas del yihadismo islamita
han llenado Europa de miedo. Y las medidas de seguridad adoptadas fuerzan la
supresión de Derechos Fundamentales de los ciudadanos, aunque muchos las
aplaudan, porque han sucumbido al terror, alimentado al consuno por los grupos
terroristas y los mismos gobiernos.
Por último, la grave crisis de los refugiados, de
la guerra, de la persecución, del hambre, del cambio climático, con sus
millares de muertos en el Mediterráneo, pone de manifiesto la hipocresía y el
cinismo de los gobiernos y muchos ciudadanos. ¿Dónde queda el respeto a los
Derechos Humanos y el cumplimiento de las obligaciones que el Derecho
Internacional impone sobre el derecho de asilo?. Ni ponen fin a las guerras, ni
organizan pasaje seguro a salvo de las mafias y sólo se les ocurre cerrar
fronteras y subvencionar a países limítrofes para que impidan el paso y los
tengan en su territorio. ¿Logrará Turquía entrar en la Unión, a cambio de ello,
aunque su régimen viole Derechos Fundamentales de sus ciudadanos?.
¿A dónde va Europa?. ¿Al abismo suicida encerrándose en su egoísmo perverso y negador
de sus raíces, las cristianas y las de la Ilustración?.
Recordar hoy los nombres de Robert Schuman, Jean
Monet y Paul
-Henry Spaak no es sólo un acto de justicia, es una lección evocadora que ilumina nuestro turbio presente y marca una guía hacia el futuro. ¡Qué diferencia entre la mediocridad de los actuales dirigentes europeos con aquellas figuras gigantes de De Gasperi, Adenauer y De Gaulle!. La comparación da grima. ¡Y la de los electores!. Los de entonces tenían esperanza. Conservaban frescas las lecciones amargas de la guerra y querían a través del diálogo y la cooperación cicatrizar sus heridas. Hogaño, los ciudadanos europeos de hoy, somos más ricos, resignados y acomodaticios. ¿No pensamos sólo en nuestra comodidad a corto plazo y ponemos en el poder político a marionetas insensibles?.
-Henry Spaak no es sólo un acto de justicia, es una lección evocadora que ilumina nuestro turbio presente y marca una guía hacia el futuro. ¡Qué diferencia entre la mediocridad de los actuales dirigentes europeos con aquellas figuras gigantes de De Gasperi, Adenauer y De Gaulle!. La comparación da grima. ¡Y la de los electores!. Los de entonces tenían esperanza. Conservaban frescas las lecciones amargas de la guerra y querían a través del diálogo y la cooperación cicatrizar sus heridas. Hogaño, los ciudadanos europeos de hoy, somos más ricos, resignados y acomodaticios. ¿No pensamos sólo en nuestra comodidad a corto plazo y ponemos en el poder político a marionetas insensibles?.
La Europa naciente de la posguerra intentó
construir su unidad a través del terreno económico. Fueron los años en que se
consolidó un Estado del Bienestar con unas conquistas sociales y libertades
políticas, fruto del diálogo entre agentes sociales y poderes políticos
favorecedores. Se proclamó el camino de una unidad política de Europa que en el
sueño de De Gaulle abarcaría desde el Atlántico hasta los Urales, aunque con su
veto hacia el ingreso del Reino Unido, siempre insolidario y reticente,
refugiado en su insolidaridad.
Y empezó a construirse un tinglado institucional,
complejo, burocrático y alejado de una representación democrática directa. Se
proclamó la libre circulación de capital, mercancías y personas dentro de sus
límites, pero proteccionista frente al exterior. Se fue ampliando el número de
los Estados que lo componían. No pudo, por la presión de los Estados,
articularse una política común de asuntos exteriores. Ni tampoco una defensa
común, pues se haya supeditada a la intereses extraeuropeos de la OTAN. No se
avanzó en una armonización fiscal entre sus miembros, ni de sus derechos
sociales. Los avances en materia educativa y cultural común son nimios: los
nacionalismos impiden una visión europea en la materia. Se ha creado una
moneda, el euro, aceptada por muchos de los componentes de la Unión Europea que
han abdicado de su antigua soberanía monetaria.
La caída del imperio soviético y la hegemonía del
neoliberalismo global ha dejado inerme a la vieja Europa. Democristianos y
socialdemócratas han abandonado sus respectiva ideologías y aceptan sin rubor
las consignas neoliberales. Austeridad y
recortes sociales están dejando en cueros el antaño robusto Estado del
Bienestar. Las grandes multinacionales dictan sus normas a los políticos
europeos. Y paraísos fiscales, a sus puertas y aun dentro de ella, les permiten
evadir impuestos y mermar la capacidad recaudatoria de sus fiscos.
Varios hechos graves ponen hoy en riesgo la Unión
Europea. En primer lugar, la posible salida del Reino Unido, con un referéndum,
exigido por el nacionalismo británico. Para frenarlo, Cameron lanzó un órdago a
las instituciones europeas y lo ganó. Con él, la igualdad entre su ciudadanos
se rompe y Gran Bretaña se atribuye la potestad de vetar aquellas disposiciones
comunitarias que pretendan avanzar en la unidad política. Amparado por ello, se
ha lanzado, aun dividiendo al gobierno y a su partido, a preconizar el
mantenimiento de su status privilegiado dentro de la Unión. Aduce fuertes
motivaciones económicas, por las pérdidas catastróficas que supondría la
salida.
En segundo lugar, el avance de las posturas
nacionalistas y xenófobas en todos los países, con mayor fuerza en las nuevas
incorporaciones de antiguas colonias del imperialismo soviético. Pretenden
recobrar las parcelas de soberanía estatal cedidas a la Unión y, a menudo,
volver a sus antiguas monedas nacionales. En las mismas Francia y Alemania su
influencia es cada vez mayor, Para contrarrestarlas, los gobiernos mayoritarias
van incorporando a sus políticas muchas de sus reivindicaciones.
El proyectado Tratado de Libre Comercio entre la
Unión Europea y USA es otro ataque a la línea de flotación del proyecto
europeo. Deja inermes las legislaciones continentales o estatales en materia
laboral, seguridad alimentaria y protección del medio ambiente. El poder de las
grandes multinacionales no podrá verse constreñido, de aprobarse, por decisiones de Tribunales europeos, sino
que se someterá a un Tribunal de Arbitraje, sometido a aquellos intereses. ¿Por
qué, sino se hurta a la opinión pública europea el conocimiento de sus
cláusulas y, sólo a regañadientes, han podido acceder a ellas los miembros del
Parlamento europeo?.
Los atentados terroristas del yihadismo islamita
han llenado Europa de miedo. Y las medidas de seguridad adoptadas fuerzan la
supresión de Derechos Fundamentales de los ciudadanos, aunque muchos las
aplaudan, porque han sucumbido al terror, alimentado al consuno por los grupos
terroristas y los mismos gobiernos.
Por último, la grave crisis de los refugiados, de
la guerra, de la persecución, del hambre, del cambio climático, con sus
millares de muertos en el Mediterráneo, pone de manifiesto la hipocresía y el
cinismo de los gobiernos y muchos ciudadanos. ¿Dónde queda el respeto a los
Derechos Humanos y el cumplimiento de las obligaciones que el Derecho
Internacional impone sobre el derecho de asilo?. Ni ponen fin a las guerras, ni
organizan pasaje seguro a salvo de las mafias y sólo se les ocurre cerrar
fronteras y subvencionar a países limítrofes para que impidan el paso y los
tengan en su territorio. ¿Logrará Turquía entrar en la Unión, a cambio de ello,
aunque su régimen viole Derechos Fundamentales de sus ciudadanos?.
¿A dónde va Europa?. ¿Al abismo suicida encerrándose en su egoísmo perverso y negador
de sus raíces, las cristianas y las de la Ilustración?.
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