Entrevista a S.A.R. Don Jaime de Borbón Parma.
El Diari de Tarragona ha recogido la presencia del Infante Don Jaime de Borbón Parma en Catalunya, quien es también embajador de Holanda en el Vaticano.
Fuente: Diari de Tarragona
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S.A.R. En Jaume de Borbó Parma |
¡Un
diplomático que adora las entrevistas y los medios de comunicación,
qué raro! ¿Es debido a la nueva diplomacia que propugna?
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Un poco sí. En el mundo tenemos grandes problemas, lo vemos cada día
en el periódico: clima, seguridad, migración, la economía... La
nueva diplomacia parte de la idea de que no hay que ver a los
gobiernos como la única opción para hallar una solución. Hay que
saber ver el conjunto de toda situación, ver qué actores hay. La
nueva diplomacia mira qué actor puede hacer el mejor papel en cada
conflicto. La diplomacia ya no es monopolio de los gobiernos. Todos
somos diplomáticos hoy en día.
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¿Por qué todos podemos ser diplomáticos?
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Yo me he encontrado con un jefe de empresa que hace más por la
sostenibilidad que cualquier ministro de Medio Ambiente. Me he
encontrado con una oenegé en Somalia que ha hecho negociaciones de
abajo arriba con los jefes ancianos de los pueblos en las que a mí,
diplomático de Occidente, me hubiera costado mucho lograr algún
avance. Me he encontrado con una mujer que a través de internet
recogía dinero para ayuda humanitaria en Libia, y que gracias a esta
labor en la red descubrió quiénes constituían la oposición en el
país. Esa información me llegó a mí, y fue la que usó en su día
la comunidad internacional para las negociaciones en Libia...
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¿Pero quién debe liderar la acción diplomática?
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Hay que ver en cada situación quién puede ser el mejor líder, y el
resto de actores tienen que agruparse a su alrededor para apoyarle. A
veces el líder puede ser un diplomático, otras veces no. Hay que
quitarse de encima la arrogancia de la diplomacia, de que somos gente
muy importante y todo eso. Hay que adoptar un papel mucho más
humilde y más encaminado a las soluciones. Se trata de actuar casi
como si fuéramos empresarios sociales.
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Entonces ¿cambiará un día la imagen del diplomático, que suele
ser la de alguien que se relaciona solo con las élites económicas y
políticas?
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Yo creo que estamos en los inicios de esta nueva diplomacia, que es
mucho más flexible y más creativa. La diplomacia de siempre todavía
tiene su papel a jugar, porque hay que hacer acuerdos entre países,
y hay que hacerlos con quien esté, pero aquello de lo que yo estoy
hablando tiene un alcance mucho más amplio.
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¿Por qué la nueva diplomacia va más allá?
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Yo estuve en el Congo para impulsar una iniciativa de negocio de
metales libres de conflicto, es decir, de metales que no estuvieran
ligados a la financiación de la guerra allí. Me encontré con los
mineros, que trabajan en condiciones durísimas. Incluso se da el
cólera, por la nula higiene en el interior de la mina... Yo bajé
con ellos, a 500 metros de profundidad, para saber cómo trabajan.
Intenté entender su modo de vida para comprender todos los niveles
del negocio.
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¿Encontró esas minas que no contribuían a financiar la guerra en
el Congo?
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Más difícil todavía fue atraer a las empresas para que invirtieran
y para que compraran los minerales de esa mina. Así apoyábamos la
paz sin dejar de apoyar una economía local. La Dodd-Frank Act de
EEUU, que fue un gran avance, había comportado sin embargo un boicot
de facto a todo material mineral procedente del Congo, por la
dificultad entonces de saber si un mineral determinado acababa
proporcionando fondos para la guerra o no. La verdad es que hubo un
momento en que no creí que fuera posible llevar a buen puerto el
proyecto, pero trabajando con las oenegés, con la gente local, y
hablando con las empresas, al final ¡lo logramos! No fueron
solamente diplomáticos y financieros quienes lo consiguieron. Ahora
más de mil personas tienen un trabajo allí. Un trabajo durísimo,
desde luego, pero es que si no lo tuvieran estarían formando parte
de las guerrillas. Y todavía mejor es que este modelo desarrollado
en el Congo [Conflict-Free Tin Initiative] se está aplicando en
otras partes. Es un ejemplo de que la diplomacia tiene que ensuciarse
las manos para poder encontrar la solución.
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O sea, que el diplomático tiene que bajar a la mina...
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He trabajado también en el ámbito de la ropa responsable con la
misma filosofía, y pasa lo mismo con la agricultura. A las empresas
cada vez más les interesa ser identificadas como marcas de
sostenibilidad, porque los consumidores están bien informados, están
más concienciados y conocen el poder que pueden ejercer a través de
su elección de compra. Saben que su decisión tiene un impacto. Cada
persona tiene un gran papel. Tú tienes influencia.
Entrevista a
S.A.R. En Jaume de Borbó Parma al Diari de Tarragona
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En el llamado mundo desarrollado quizás cada vez más el ciudadano
está concienciado, pero ¿y en el mundo no desarrollado? ¿Es muy
difícil romper las dinámicas tradicionales?
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Sí, es muy difícil, y a veces tiene que haber una desgracia para
que ocurra. Pasó en Bangla Desh con el derrumbe hace dos años de
una de las grandes fábricas, y hubo más de mil muertos. En los
negocios existe una presión tan grande de los accionistas para
hacerlo todo rápido, en un corto tiempo, y barato... Pero las firmas
que compran los productos fabricados en aquellas condiciones, ven al
final que su imagen también acaba resultando dañada ante el
consumidor, y cambian. Cada vez más empresas piensan más en el
largo plazo.
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Como embajador en el Vaticano, ¿qué puede explicar de Francisco?
¿Flota el aire de cambio sobre el terreno?
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El cambio que ha provocado el Papa lo vemos todos en el mundo. El
Papa no solo influye en los más de 1.200 millones de católicos que
hay en todo el mundo. Muchísimas personas no católicas, no
creyentes, aunque no estén de acuerdo con todo lo que dice la
Iglesia católica, ven al Papa como un referente moral. La razón por
la que me pidieron hacer este trabajo es porque me gusta estar en un
sitio donde hay poca atención y muchas posibilidades. En el Vaticano
hay personas que son una fuente única de información. Hay monjas y
sacerdotes que trabajan en zonas de conflicto a las que nadie más
puede ir, ni siquiera periodistas. Hay una red de información
mundial que es muy interesante. Y no es la única cosa que se puede
hacer allí...
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¿Ah no?
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Los Países Bajos pueden trabajar muy bien con el Papa en temas
sociales y medioambientales. El Papa prepara para este verano una
encíclica sobre el cambio climático, con la que quiere influir en
los grandes foros, en concreto sobre la Conferencia sobre el Cambio
Climático que habrá en diciembre en París [Paris Climat 2015]. Con
esta encíclica el Papa quiere provocar un cambio real. Nosotros
estamos trabajando con el Vaticano para asegurar que el mensaje del
Papa, de verdad, se traslada desde su documento de valores hasta la
realidad de la negociación.
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Que se pase de las palabras a la realidad es algo que a mucha gente
le gustaría ver respecto a la cuestión de la inmigración y los
miles de muertos en el Mediterráneo. ¿Qué opina?
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Creo que el Papa llamó la atención sobre ello muy pronto. La
primera cosa que hizo el Papa tras ser elegido, en 2013, fue viajar a
Lampedusa. Llevó al mundo a poner la atención en un sitio al que
preferíamos no mirar. Lo que está ocurriendo en el Mediterráneo es
un desastre enorme. Si miramos de dónde proceden los inmigrantes,
nos damos cuenta de que hay que encontrar soluciones en sus países
de origen. Muchos de ellos vienen por razones económicas, que para
ellos ya son razón suficiente, pero es que muchísimos otros vienen
también porque en sus países hay guerra. ¿Quién quiere estar en
una zona de guerra como la de Libia o la de Siria? Es normal que la
gente busque otro lugar mejor donde vivir. Los criminales son los
traficantes.
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Y también algunos gobiernos, de los que Europa se ha estado
aprovechando para poder seguir expoliando recursos de esos países,
¿verdad? ¿No hay un gran nivel de hipocresía al abordar la
inmigración?
-Hay
hipocresía. La realidad nunca es tan bella como nos gustaría, pero
no hay que hacer reducciones, porque no se trata de que todo es
blanco o todo es negro. Hay muchas políticas de desarrollo
internacional para esos países, para impulsar a los grupos sociales
que trabajan por los derechos humanos, para que el pueblo mismo tenga
las herramientas necesarias para controlar a su propio gobierno. Hoy
en día el movimiento global de transparencia en el sector de los
recursos naturales obliga a las grandes empresas a publicar lo que
pagan a los gobiernos de cada país para hacer uso de sus recursos. A
través de esta medida, que parece que está pensada para que grandes
empresas como por ejemplo Shell eviten la corrupción, vemos otra
cosa, y es que por ejemplo en Nigeria ahora la gente se da cuenta de
cuánto paga Shell a su gobierno, y dicen ‘ah, entonces, ¿dónde
están las escuelas?, ¿dónde están las carreteras?’. Esto no se
lo preguntaban antes.
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El optimismo debe de ser muy necesario en su trabajo, ¿verdad?
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El optimismo no es ingenuidad ni estupidez, es una elección,
cuestión de mentalidad. Un pesimista ya ha perdido la batalla, y el
optimista, sin dejar de ser realista, se enfoca en las posibilidades.
Y siempre hay posibilidades por todas partes, también en zonas muy
difíciles.
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¿También en Afganistán o en Irak? ¿Y con el Estado Islámico?
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Siempre hay que hablar con todo el mundo. En este último caso el
diálogo parece imposible, pero lo habrá en un futuro. Ha habido
diálogo y negociación con parte de los talibanes, aunque con otros
no ha sido posible. Yo he trabajado en zonas de conflicto, en Irak y
en Afganistán. Estuve en Irak en 2003 y perdí a 23 colegas en el
atentado contra la sede de la ONU [20 de agosto de 2003]. En
Afganistán estuve como diplomático en el Ejército. Fui el único
civil en las negociaciones con los señores de la guerra para crear
las primeras ayudas de la ONU; para celebrar las primeras elecciones;
y para crear las bases del sistema de ayuda humanitaria en el norte
del país. Y había unos señores de la guerra con los que se podía
hablar muy bien, y había otros con los que era imposible.
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Perdone, pero cuando la gente ve que usted baja a la mina en el
Congo, se va a Afganistán e Irak, dice que hay que ensuciarse, y
luego ven su nombre... ¿qué dicen?
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Bueno, en Irak no sabían quién era yo. Usé simplemente el título
de ‘diplomático’. Me decían ‘diplo, diplo’... Y para cuando
se dieron cuenta, pues ya era tiempo de irse.
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La cara de sorpresa e incredulidad de algunos me gustaría haberla
visto.
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El Gobierno de Holanda se atrevió a mandarme a donde yo pensaba que
podía lograr un cambio, causar un efecto. Hay muchos diplomáticos
que también están fuera de la oficina y no solo en grupos de
diplomáticos hablándose entre sí. Tienes mucha más credibilidad
como diplomático si de verdad conoces el terreno.
Perfil
El
príncipe Jaime de Borbón Parma (42) es diplomático de carrera. Es
hijo de Carlos Hugo de Borbón Parma, quien fuera pretendiente
carlista al trono de España, y de Irene de Orange-Nassau. Está
casado con la abogada húngara Victoria Cservenyák, y tienen una
hija de un año. Cuenta con la nacionalidad española, holandesa y
francesa, y desde el pasado mes de octubre es el embajador de los
Países Bajos en el Vaticano. Ha continuado realizando su misión
como enviado especial para los Recursos Naturales del Ministerio de
Relaciones Exteriores de los Países Bajos. Anteriormente fue el
responsable del Ministerio de Asuntos Exteriores holandés en las
operaciones destinadas al mantenimiento de la paz en África
(Somalia, Congo, Sudán y Chad), así como representante diplomático
en la misión de la OTAN en el norte de Afganistán, y en la embajada
de Bagdad. Esta semana ha estado dos días en Tarragona, donde además
de conceder una entrevista al ´Diari de Tarragona´, dio varias
charlas, una en la Universitat Rovira i Virgili, y otra en el
Seminari. También se reunió con los empresarios locales.
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