Colaborador Articulista: José Antonio Sánchez Cabezas
El
Primate
La
mentalidad del ser humano respecto del medio natural apenas sí ha
variado en los últimos 100.000 años; es decir, desde que los
primeros homínidos se erguían en la tundra africana para poder
vigilar su entorno. Posición esta, la de estar erguido, que les
dejaba las manos libres.
Aquellos
monos enclenques, temerosos de los depredadores que les perseguían,
de las heridas que se infectaban, de las enfermedades que no
comprendían, y del hambre que les atormentaban, estaban entregados a
un objetivo por encima de todo: sobrevivir y multiplicarse. Y es esos
objetivos, los únicos que tenían, explican su actitud hacia el
entorno natural, y que se resumía en que había que explotar todos
los recursos posibles, y había que explotarlos de la forma más
intensa posible.
En
esto, los homínidos no se diferenciaban de cualquier otro animal.
Porque, y en contra de lo que piensa el buenismo ecologista, el
equilibrio natural no se debe a que las bestias quieran guardar un
sabio equilibrio con su entorno, sino a que
no tienen ninguna otra opción.
Pero
aquellos homínidos que caminaban erguidos tenían las manos libres.
Y eso les abrió otras opciones…
Desde
entonces el mundo ha visto pasar las sucesivas etapas de nuestra
evolución, del cromañón al homosapiens, pasando por esa rama
fallida que fue el neanderthal. Y en cada etapa lográbamos un
control mayor sobre los recursos de nuestro entorno, gracias a eso
que llamamos “tecnología”, y que comenzó cuando nuestros más
lejanos ancestros descubrieron que esos dedos oponibles, diseñados
para agarrarse a las ramas de los árboles, podían servir para otras
cosas, después de todo.
Sin
embargo, ese desarrollo tecnológico no ha venido acompañado de un
progreso intelectual equivalente; la inteligencia no consiste solo en
desarrollar la tecnología (que no deja de ser una mera herramienta),
sino también en saber cómo utilizarla. Y lo cierto es que la
seguimos utilizando de la misma manera que hace 100.000 años.
Porque,
si miras en lo profundo del sabio y omnisciente Ser Humano, justo por
debajo de la superficie, resulta que seguimos siendo primates cuya
única prioridad es sobrevivir y multiplicarnos. El primate, que
sigue obsesionado con explotar todos los recursos a su alcance, de la
forma más intensa posible…
Rapa
Nui
Siempre
que una población de animales herbívoros no encuentra depredadores,
su número crece y crece. Como los primates, como todos los animales,
no tienen más objetivos ni consideraciones que sobrevivir y
multiplicarse, y es a lo que se dedican.
Por
supuesto, el número de animales que puede soportar un entorno es
limitado. Cuando demasiados herbívoros se multiplican en un entorno
siempre llega un momento en el que la vida vegetal que sostiene dicha
población creciente no puede soportar la presión, y se contrae. Los
animales, en un plazo muy breve, se encuentran con el shock de pasar
de una situación de abundancia a otra de terrible escasez. Y es esta
escasez la que llevará al “control de población” que los
animales son incapaces de aplicarse de forma racional y planificada.
Los
humanos observamos este fenómeno, bien con ecuanimidad científica,
bien con vanidad. Es algo que le ocurre a los animales. Pero nosotros
no nos clasificamos en esa categoría. Somos distintos. Nunca
caeríamos en la trampa de explotar los recursos más allá de su
límite, porque, ingeniosos y brillantes como Dios nos ha hecho,
siempre encontraremos nuevos recursos… de alguna manera… o
veríamos venir la amenaza y tomaríamos, de forma sensata y
planificada, las medidas para evitar el desastre.
No,
es
imposible que eso nos ocurra a las
personas.
Falacias
Cuando
hablamos de los recursos suelen surgir falacias. Y si de lo que
hablamos es del agotamiento de los recursos, las falacias se vuelven
recurrentes. Casi familiares. Te tropiezas con ellas una y otra vez,
casi sin variantes. Las más comunes son las siguientes:
-
“La tecnología avanza una barbaridad.
Por lo tanto, no habrá problema”.
Este es el equivalente científico a “Dios proveerá”, y está
basado en la idea de que la tecnología es un recurso. Pero, de
hecho, la tecnología se aplica sobre los recursos. Sin ellos, toda
nuestra ciencia no son más que ideas sin aplicación práctica.
-
“Cada vez somos más eficientes. Por
lo tanto, cada vez necesitamos menos recursos”.
La tecnología es ciertamente una fuente de eficiencia en el
aprovechamiento de los recursos. El problema, como descubrió Jevons
con su paradoja, es la economía. Y es que, cuando un modo de
producción se vuelve eficiente, toda la economía se vuelca sobre
él. Un bueno ejemplo son los motores de combustión: los automóviles
son cada vez más eficientes en su fabricación y consumo, por lo que
hay más gente que puede permitirse tener uno (o dos, o tres), por lo
que el consumo de gasolina se dispara mucho más rápido de lo que
ninguna mejora en la eficiencia pueda compensar.
De
hecho, la mayor evidencia en contra de esta falacia es la realidad
incontestable de que hoy en día consumimos más recursos que nunca.
-
“La Edad de Piedra no terminó por
falta de piedra”. Este es mi
favorito. Se basa en sugerir la idea de que la tecnología hace que
los recursos se vayan sustituyendo unos a otros. La Edad de Piedra
finalizó, y le sucedió la Edad de Cobre, la de Bronce, la del
Hierro...
Y
hoy en día no usamos para nada ni la piedra, ni el cobre, ni el
bronce, ni el hierro, ¿verdad?
En
realidad, no solo seguimos usando todos esos recursos, sino que lo
hacemos en unas cantidades ingentes, mayores que nunca antes en la
historia.
La
economía nunca, jamás, renuncia a los viejos recursos. Sí puede
renunciar a determinados productos, pero no a los recursos. Así, ya
nadie usa aceite de ballena, y cada vez se usan menos las pilas. Pero
la ballena en sí misma, que era el recurso del que se extraía el
aceite de ballena, SÍ se sigue explotando. Y los polímeros,
plásticos y químicos con los que se fabrican las pilas eléctricas
están más demandados que nunca.
En
realidad, solo hay una forma de que la economía realmente se dedique
a sustituir un recurso: que se agote. Así, cuando se agote el
petroleo y el uranio, recurrimos a aumentar nuestro consumo de carbón
(y digo “aumentar” porque el carbón se utiliza hoy en día más
que nunca. El petroleo no lo sustituyó). Y sin petroleo, habrá que
volver al acero (hierro + carbón) para fabricar objetos cotidianos
que hoy son de plástico. Y cuando el carbón y el hierro comiencen a
agotarse, recurriremos al bronce y la madera. Y así, retornando
sobre nuestros propios pasos... hasta volver a la Edad de Piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario