Así se expresaba Don Carlos Hugo de Borbón Parma por la Autogestión
Mientras la socialdemocracia se conforma con las sobras de la oligarquía, el carlismo lucha por la autogestión socialista.
s.m. don carlos hugo de borbón parma
16 de marzo de 2015
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S.M. Don Carlos Hugo I de Borbón Parma |
Hasta
hace cinco años el carlismo, era el único partido que, en nuestro país,
defendía el principio autonómico como base de la unidad federal del Estado.
Hoy, casi todas las tendencias políticas han aceptado este concepto, incluso
amplios sectores de la misma derecha.Hasta hace apenas cinco años el Partido
Carlista era el único partido, a nivel del Estado español, que defendía el
socialismo de autogestión. Hoy, las tendencias más amplias de la izquierda
aceptan este mismo principio.
Hasta ahora,
el Partido Carlista era el único partido socialista que proponía se utilizara
el análisis marxista como una metodología y no para supeditar el pensamiento y,
la acción socialista bajo la égida de una filosofía determinada. Hoy, en el
mundo, amplios sectores del socialismo están evolucionando en esta misma
dirección.
Esta
evolución moderna del socialismo nos plantea tres problemas:
1. Si el
empleo de una metodología marxista, sin dogmatismo filosófico, quiere decir que
el socialismo tiene que ser socialdemocrático.
2. Qué es el
sistema socialdemócrata en el mundo actual.
3. ¿Quiere
esto decir que la socialdemocracia de tipo nórdico representa el ideal del
socialismo plural en su filosofía y unido en su acción?
Socialdemocracia
y partido único
Empezando por
esta última pregunta, ¿representa la socialdemocracia este ideal de socialismo
plural? La contestación puede ser sí o no, según para qué se quiera utilizar un
partido político.
Si un partido
político, que se define socialista, se quiere utilizar simplemente como máquina
electoral, para construir un aparato que sirva principalmente como antagonista
a la derecha, es mejor que haya un solo partido socialista. En este caso el
contenido ideológico, es decir, el posible proyecto de sociedad, puede ser
difuso, o, como mucho, definido solamente por lo negativo: no ser de derecha.
Pero si un
partido político socialista quiere ser un grupo de opinión con su propia
ideología, con su propio proyecto de sociedad, si quiere ser un canal de participación
popular, si quiere ser una escuela de pensamiento, de análisis y de liberación
de la capacidad creadora, es evidente que las cosas toman otro cariz. No podrá
haber, entonces, un solo partido socialista, sino varios partidos socialista y
comunistas, etcétera. Tendrá que haber varios partidos, porque habrá varios
proyectos de sociedad y el diálogo pluralista llevará a los compromisos
políticos que dan a la democracia no sólo el valor de una alternativa de grupo
en el poder, sino el valor de una alternativa de sociedad alcanzada por el
diálogo popular.
Un partido
socialista único nos parece, por tanto, un acierto desde una perspectiva
simplemente electoral y un desacierto desde una perspectiva de la promoción
democrática del pueblo.
La
socialdemocracia no es un partido político, es un sistema
La segunda
pregunta que nos plantea la evolución actual es: ¿qué es, realmente, la
socialdemocracia?
La
socialdemocracia, más que un partido político, es hoy día un sistema. ¿Por qué?
Por una razón muy sencilla y además científica o experimental.
¿Qué
diferencia existe, de hecho, entre la política llevada por los partidos de
izquierda o de derecha en todos los países nórdicos con sistemas más o menos
bipartidistas? Prácticamente muy poca. Derecha e izquierda, a pesar de
representar a unos electores con motivaciones muy diversas, cuando no
profundamente contrapuestas, con ideologías no pocas veces antagónicas,
realizan, en la práctica, la misma política: Inglaterra, Alemania, Austria o
Suecia, son ejemplos de esta realidad experimental.
¿Por qué? Por
esta razón científica: el electorado se divide, no sólo por su postura
ideológica, sino, en gran parte, en función del voto útil, es decir, en pro o
en contra de tal o cual aparato electoral. La elección es más una operación
publicitaria para escoger el equipo gobernante que la liberación de la
capacidad crítica del ciudadano. El resultado es la simple alternativa en el
poder de dos equipos políticos de signo aparentemente opuesto, pero de política
parecida. La derecha quiere siempre demostrar que es progresista y la izquierda
que es económicamente eficiente. Ambas, en el fondo, practican la socialdemocracia.
Por ello, y en esas condiciones, ya no existe realmente un partido
socialdemócrata. Existe un sistema socialdemócrata que es el que domina en los países
europeos del Norte. Socialdemocracia que practican, finalmente, casi tanto el
sector conservador como el progresista.
Por ello,
para ser socialdemócrata no es preciso ni aceptar ni rechazar el marxismo ni
ideología rigurosa alguna. Se puede llegar a la socialdemocracia tanto desde la
perspectiva socialista como desde la perspectiva de una derecha civilizada.
Valoración
del sistema socialdemocrático
No obstante,
conviene valorar con objetividad los éxitos que la socialdemocracia ha
conseguido, por lo menos en aquellos países más avanzados socialmente:
Una dinámica
económica desconocida en los anteriores cien años de capitalismo sin trabas.
Una dinámica
social hacia la igualdad-, impensable antes de la puesta en marcha de las
soluciones socialdemocráticas.
Una dinámica
hacia la igualdad de oportunidades, especialmente a través de la educación, que
parecía totalmente utópica hace solamente cincuenta años.
Una dinámica
para conquistar la seguridad social que ha permitido realizar el sueño de la
Humanidad desde sus inicios: erradicar la miseria.
Estas son las
conquistas del sistema socialdemócrata y, además, conquistas realizadas por una
vía evolutiva., admitiendo la lucha y la presión del movimiento obrero.
Pero, ¿cuáles
son sus aspectos negativos? Fundamentalmente, dos: la aceptación de una
filosofía materialista que adora el «becerro-de oro» del crecimiento
capitalista, y el paternalismo burocrático estatal, que transforma la sociedad
en una gran compañía de seguros y repartos y no en una comunidad de hombres
responsables.
¿Es la
socialdemocracia el futuro de España y él socialismo del futuro?
El sistema
socialdemócrata puede ser, probablemente, para España, una fase del proceso de
transición de un capitalismo dictatorial y salvaje, que hemos conocido hasta
ayer, a un capitalismo templado en el que se introduzcan una serie de valores
democráticos sociales, condiciones útiles a toda evolución pacífica hacia un
futuro socialista.
Pero esta
evolución, incluso para llegar simplemente a la solución socialdemócrata, sólo
se podrá dar si existe una fuerte presión por parte de los partidos socialistas
que apuntan hacia este futuro socialista. Más aún si se considera el sistema
socialdemocrático como una transición histórica para llegar a otra dimensión de
la democracia, a otra dimensión del socialismo y, sobre todo, a la dimensión de
un socialismo del futuro.
Hacia el
socialismo del futuro. El proyecto carlista
Ahora podemos
contestar a la primera pregunta, a saber: si el único socialismo no dogmático
filosóficamente es por necesidad el socialdemócrata. Es evidente que no. Habrá
ciertos sectores socialistas que considerarán la socialdemocracia como el
ideal. Pero hay otros sectores, como el carlista, que lo consideran simplemente
como una posible vía histórica útil. Considera el carlismo que el socialismo
debe de ser algo más que una estrategia y debe apuntar a un modelo de sociedad
deseable y alcanzable.
El socialismo
tiene que tener otra dimensión. No se puede limitar a presentar soluciones al
capitalismo y no puede tampoco limitar sus propuestas al terreno económico,
reivindicando los derechos económicos de la sociedad frente a los derechos
económicos de la propiedad. También tiene que reivindicar la reapropiación no
sólo de los medios de producción, sino, sobre todo, de los medios de decisión.
El gran
llamamiento de la sociedad moderna, del hombre moderno es, precisamente, a la
participación: participar en la empresa, participar en el sindicato, participar
en el barrio o municipio, participar en la provincia, región o nacionalidad,
participar en las agrupaciones de base del partido y en el nivel de decisión
del mismo. El gran desarrollo del nivel cultural e informativo de la sociedad
moderna hace posible esta democracia de participación. Lo que es posible y,
además, deseable se hace necesario. Es una ley de la historia.
Solamente una
nueva actitud socialista es capaz de realizar la creación de estas nuevas
fronteras de convivencia y de unos nuevos modelos de civilización, capaz de
permitir escapar al dogmatismo filosófico o al hegemonismo de un solo partido,
de un solo pensador, capaz de aceptar todas las fuentes del socialismo. Desde
Marx, Engels, Rosa Luxemburgo o Gramsci; desde Owen, Saint Simon o Fourier;
desde Proudhon, Bakunin o Kropotkin; desde Fernando de los Ríos o Besteiro;
desde Abad de Santillán; desde las perspectivas cristianas y desde la
perspectiva carlista.
El socialismo
tiene que abrir las nuevas fronteras de la democracia. Dar a la sociedad la
dimensión humana del pleno desarrollo del hombre en una comunidad capaz de
autogobernarse, de autoadministrarse, de autorrealizarse. Una comunidad donde
exista:
«Libertad
para escoger, socialismo para compartir, federalismo para convivir, autogestión
para decidir.»
Esta es la
dimensión del socialismo del mañana. Este es el socialismo humanista,
pluralista y federal que propone el Partido Carlista por la vía de la
autogestión global.
Fuente: El País 30-05-1978
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