De la guerra civil del 36 a la actualidad
Se ha consolidado un modelo bipartidista turnista que recuerda a los tiempos del caciquismo decimonónico favorable a la oligarquía. ¿Necesitamos una nueva transición para refundar la democracia?
PEDRO ZABALA
24 de marzo de 2015
De
nuevo mi nieta Covadonga me induce a reflexionar sobre un tema.
Llamaba a su casa para hablar con mi hijo, su padre, cogió ella el
teléfono y aprovechó para preguntarme la fecha de la consolidación
de la democracia en España (supongo que para otro trabajo en el
cole). Le contesté apresuradamente sobre la fecha de la promulgación
de la vigente Constitución. Pero luego me quedó el runrún de la
pregunta:¿de verdad tenemos una democracia consolidada?.
Para
responder en profundidad a la pregunta, habremos de analizar lo que
de verdad significó eso que llamamos la Transición. Y echar la
vista atrás para saber de donde veníamos cuando se produjo. En esta
vieja piel de toro tuvimos hubo desde año 1936 al 39, casi tres años
de guerra incivil, en la que como decía Julián Marías hubo una
“injustos vencedores y unos justos vencidos”. Cuatro eran los
problemas básicos que arrastraba este Estado. El religioso,
el territorial, el cultural y el económico. Una Iglesia,
acostumbrada a controlar a la sociedad y con un sistema de
financiación a través del presupuesto estatal. El choque entre el
nacionalismo centrípeto y los periféricos, especialmente en
Cataluña, País Vasco y Galicia, con sus idiomas propios. El
cultural con un analfabetismo endémico y los estudios medios y
superiores controlados, en su mayor parte, eclesialmente. Y el
político con una monarquía envilecida y una pseudodemocracia en
manos de un caciquismo asfixiante.
La 2ª República intentó cortar drásticamente estos problemas: separación de Estado e Iglesia, pero sin respeto a la libertad religiosa; mantenimiento del centralismo, pero con una vía excepcional para los tres Países con nacionalismos exigentes; extensión de la cultura hacia todo el pueblo en un esfuerzo meritorio, con una pléyade de maestros, intelectuales y artistas entregados vocacionalmente a esa labor; el económico con los intentos de reforma agraria, torpedeados por los grandes latifundistas agazapados en grupos monárquicos y republicanos; una república que se definía de los trabajadores, abrió paso al voto femenino e intentó someter el ejército a la autoridad civil. La aparición del fascismo, los intentos socialista y anarquista de acelerar revolucionariamente el cambio económico aplastados militarmente, la quema de conventos, los asesinatos políticos, fueron el caldo de cultivo de la sublevación contra el poder establecido y el inicio de la cruenta guerra civil.
Triunfante el bando sublevado, se estableció una dictadura, ahogadora de libertades que reprimió durísisimamente durante 40 años cualquier protestar popular. La jerarquía eclesiástica recobró sus privilegios y el régimen jugando con la evolución de la segunda guerra mundial y el choque de la guerra fría contra la Unión Soviética, logró su permanencia, firmando un concordato con la Santa Sede y unos acuerdos con USA.
La 2ª República intentó cortar drásticamente estos problemas: separación de Estado e Iglesia, pero sin respeto a la libertad religiosa; mantenimiento del centralismo, pero con una vía excepcional para los tres Países con nacionalismos exigentes; extensión de la cultura hacia todo el pueblo en un esfuerzo meritorio, con una pléyade de maestros, intelectuales y artistas entregados vocacionalmente a esa labor; el económico con los intentos de reforma agraria, torpedeados por los grandes latifundistas agazapados en grupos monárquicos y republicanos; una república que se definía de los trabajadores, abrió paso al voto femenino e intentó someter el ejército a la autoridad civil. La aparición del fascismo, los intentos socialista y anarquista de acelerar revolucionariamente el cambio económico aplastados militarmente, la quema de conventos, los asesinatos políticos, fueron el caldo de cultivo de la sublevación contra el poder establecido y el inicio de la cruenta guerra civil.
Triunfante el bando sublevado, se estableció una dictadura, ahogadora de libertades que reprimió durísisimamente durante 40 años cualquier protestar popular. La jerarquía eclesiástica recobró sus privilegios y el régimen jugando con la evolución de la segunda guerra mundial y el choque de la guerra fría contra la Unión Soviética, logró su permanencia, firmando un concordato con la Santa Sede y unos acuerdos con USA.
Los últimos
años del franquismo tuvieron varias características: la
emigración hacia Europa; el turismo que venía a nuestras playas; el
paso de la autarquía económica a una cierta apertura al exterior;
el destape en el cine; el paso de la miseria a un cierto bienestar y
el abandono de los valores de la austeridad, las luchas
universitarias y obreras, el nombramiento de un sucesor, la
proclamación de libertad religiosa en el Concilio Vaticano II y la
aparición de las primeras fisuras en el idilio Iglesia-Estado, el
asesinato de Carrero Blanco, la marcha verde marroquí en el Sáhara,
…
La muerte del dictador, abrió una etapa de incógnitas. Y empezó una serie de filigranas políticas para pasar de un régimen atado y bien atado por unas leyes fundamentales a un sistema de democracia parlamentaria: el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, la aprobación por las Cortes franquistas de la ley de reforma política, la legalización del partido comunista, las primeras elecciones con candidaturas políticas después de muchos años de partido único, la redacción de una Constitución y su sometimiento a referéndum posterior.
La muerte del dictador, abrió una etapa de incógnitas. Y empezó una serie de filigranas políticas para pasar de un régimen atado y bien atado por unas leyes fundamentales a un sistema de democracia parlamentaria: el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, la aprobación por las Cortes franquistas de la ley de reforma política, la legalización del partido comunista, las primeras elecciones con candidaturas políticas después de muchos años de partido único, la redacción de una Constitución y su sometimiento a referéndum posterior.
Por
fin vió la luz la Constitución vigente, promulgada el lejano 27 de
diciembre de 1978. Nacida del miedo a los horrores de la guerra civil
y de la represión franquista, con el deseo mayoritario de que no
volvieran aquellos años luctuosos. Procede de transacciones entre
fuerzas políticas que recogían el ansia de libertades de los luchas
populares y los poderes fácticos que propiciaban la apertura; entre
el nacionalismo español y los periféricos (con resistencia del
vasco que motivó la abstención triunfante en su Comunidad); entre
los partidarios de poner la riqueza al servicio del pueblo y las
oligarquías económicas; entre el anhelo de la aconfesionalidad del
Estado y la conservación de la preeminencia de la Iglesia Católica,
amparada en su mayoría sociológica: entre los partidarios de la
forma republicana de gobierno y los intereses de la dinastía
nombrada por Franco. Esa fue la Transición que la propaganda oficial
presenta como modélica.
¿Democracia
consolidada?. Para mí, nació cojitranca, por:
*Haber
impedido al pueblo la decisión sobre la forma de gobierno:
el dedo de dictador nombrando al Jefe de Estado no pudo discutirse.
*Un injusta
ley de amnistía que impidió conocer y juzgar los delitos
cometidos por ambos bandos en la guerra y los crímenes del
franquismo. A su amparo salieron de la cárcel también asesinos
etarras.
*Los Acuerdos
con la Santa Sede, preconstitucionales en su redacción aunque se
aprobaran después, que legitiman los privilegios eclesiales y
mantienen el sistema de financiación por vía de presupuesto.
*El
paso del centralismo a un régimen de café para todos, con
un sistema de autonomías y de competencias mal definido en
la Constitución y fuente de conflictos continuos.
*Unas leyes
electorales que tienden a reforzar el poder de los partidos
poderosos, encauzados hacia un bipartidismo imperfecto.
*Una
segunda Cámara, el Senado, inútil en su
configuración.
*La desfiguración
del Parlamento como medio de controlar al ejecutivo que ha
quedado reducido a ser una caja de resonancia en cuanto un partido
consigue mayoría absoluta.
*La politización
de la cúpula del poder judicial, comprometiendo gravemente su
necesaria independencia.
*El
mantenimiento del privilegio medieval de aforamientos para
los políticos, a nivel autonómico y central.
*La pérdida
de la independencia medios de comunicación que tanto papel
jugaron en la transición, pues están cada vez más concentrados en
manos del gran capital y repiten machaconamente las consignas del
pensamiento único.
*Las trabas
a la iniciativa legislativa popular, vendándole determinadas
cuestiones, imponiendo un número muy alto de firmas y cuando han
llegado al Parlamento ha sido rechazadas por la fuerza mayoritaria.
*La rigidez
y trabas excesivas para la tramitación de mociones de censura y
el procedimiento anquilosante de reforma de la propia Constitución.
Los
secuestros, extorsiones y asesinatos de ETA crearon el clima
propicio para el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con
muchos puntos oscuros en su génesis y desenlace que no sabemos si
algún día serán desvelados. Hubo una lección dolorosa: las
marchas atrás en las libertades siempre son posibles en la historia.
Y ahí empezó un proceso de subordinación del ejército al poder
civil, desconocido en la historia de España. Llegada al poder del
PSOE tuvo cuatro consecuencias: el ingreso del Estado español en la
OTAN y en el Mercado Común con la pérdidas importantes en la
soberanía definida en la Constitución; el abandono por la
socialdemocracia española de sus aspiraciones reformistas y la
aceptación de los principios liberales de enriquecimiento injusto y
en corto plazo; la inauguración de políticas de puertas giratorias
entre el poder político y las grandes empresas; y el chapucero,
pernicioso y antijurídico terrorismo de Estado para acabar con ETA.
Pero,
a trancas y barrancas, la democracia española ha funcionado varios
años, gracias: al Pacto de Toledo que creó un
fondo de pensiones para atender las retribuciones de las personas
jubiladas; la extensión de la educación y la sanidad a la totalidad
de la población; y la aprobación de una ley de dependencia, aunque
sin consignación presupuestaria suficiente para atender las
necesidades de este cuarto pilar del Estado del Bienestar.
A
pesar de la rigidez extrema para la reforma de la constitución, se
aprobaron dos: la que permitió el voto en elecciones locales de los
ciudadanos de la Unión Europea y de terceros países con los cuales
el reino de España hubiera firmado tratados de reciprocidad. Peor
fue y de extrema gravedad, la vía rápida con que , por acuerdo de
los dos partidos mayoritarios, y a instancias de la Troika,
se dió primacía a la austeridad presupuestaria sobre
los derechos económicos y sociales, tan recientemente conquistados.
Al amparo de esta reforma, se cortó la atención sanitaria universal
y se implantaron hondos recortes en educación y dependencia. No hubo
rescate, pero el Estado asumió la deuda privada de los grandes
bancos, a través de la emisión de deuda pública, a ser pagada por
los ciudadanos y sus descendientes.
El
descontento popular ha ído en aumento. Fruto de ello, fue el
movimiento de los indignados que llenó plazas y calles al grito de
“NO NOS REPRESENTAN”. Lo que se discute hoy es la misma
legitimidad del régimen nacido en la Transición.
Varios
hechos causan y expresan esta nueva situación:
*El descubrimiento
de grandes casos de corrupción, en los que se hallan enfrascados
tanto los partidos gobernantes, a nivel central y local, como
organizaciones sindicales.
*Las amnistías
fiscales para que los grandes defraudadores puedan
satisfacer cómodamente sus deudas con Hacienda.
*Las listas
hechas públicas de dineros de grupos financieros en paraísos
fiscales.
*El vaciamiento
de grandes cantidades del fondo de pensiones por el gobierno
central para comprar deuda pública.
*El empobrecimiento
de las llamadas clases medias.
*La creciente
desigualdad social, con bolsas de pobreza, extrema y moderada,
que nos sitúan a la cola de los países europeos.
*Los contratos
basura de trabajo, a tiempo parcial, sin horarios, que no sacan
de la pobreza, fruto de la reforma laboral.
*La emigración
forzada y creciente de jóvenes investigadores, científicos,
sanitarios y de otras profesiones en busca de un trabajo que no
encuentran aquí.
*La aparición
de nuevas formaciones políticas que, a pesar de su
demonización por el poder y por los mass media, han irrumpido en
recientes elecciones, acabando con el dominio del bipartidismo.
*La explosión
de violencias irracionales en el ámbito doméstico, en
campos de fútbol y en las calles, a veces ligadas a sentimientos
xenófobos, que muestran una falta de respeto hacia la vida y la
dignidad de las personas.
¿No
revela todo esto que nuestra democracia no sólo no está
consolidada, sino que se halla en el fango y necesita una nueva
refundación, a través de una segunda transición?. ¿Pero es
posible sin una educación social en valores de respeto, solidaridad
y diálogo?. ¿Para cuándo la exigencia de los Derechos
Fundamentales, de todos y para todos, por encima de instituciones,
normas y usos sociales injustos?. ¿Puede alguien, de buena fe,
creer que leyes represivas, como la reciente Mordaza, sean el
camino?.
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