Robert Vallverdú y el Carlismo
Entrevista realizada por Josep M. Grau
tarragona / josep m. grau
15 de febrero de 2015
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Josep M. Grau |
¿Cuándo
y por qué se despierta tu interés por el carlismo?
Los
estudios modernos de carlismo se iniciaron cuando Josep Benet, en un
artículo en la revista Serra
d'Or, recogía
las palabras de Pere Coromines —escritor, político, republicano y
catalanista— referente a los años veinte, cuando pedía la
creación de un Instituto de Historia del Carlismo en los Países
Catalanes y subrayaba que el carlismo no era solo un movimiento
dinástico y regresivo, sino un auténtico movimiento popular,
defensor de la tradiciones más liberales y nacionalistas. A mi
parecer, los estudios sobre el carlismo fueron más tardíos. Después
de presentar mi tesis doctoral centrada en la Milicia Nacional,
comprobé, una vez más, que la historia la escriben los vencedores
y, en general, está falseada. Fue a partir de aquí cuando empecé a
interesarme por los movimientos carlistas con el fin de intentar
comprender la historia desde el punto de vista de los perdedores.
A
lo largo del siglo XIX
hay tres guerras carlistas, después del tema sucesorio, ¿qué otras
causas encontramos de la existencia del movimiento?
Son
muchas y variadas, intentaré resumirlas: entre los factores que
influyeron hay que tener presente la consolidación de las reglas de
la propiedad burguesa del campo a costa —en buena medida— de la
propiedad comunal campestre; la desamortización eclesiástica que
envió a miles de campesinos jornaleros a una brutal proletarización
y al hambre; la imposición de “las quintas” a los catalanes; los
impuestos de los “consumos” y en especial la forma más
aterradora, que era la de los derechos cobrados en las ciudades; la
desintegración de los gremios; la actitud de la Iglesia a favor del
carlismo, motivada por determinados actos anticlericales de los
liberales como la persecución del clero y los incendios de algunas
iglesias; las crisis económicas que provocaran escasez de grano y,
en consecuencia, el aumento del precio del pan; el anuncio de medidas
liberalizadoras de la circulación de productos extranjeros que
perjudicaron, gravemente, la industria catalana; la ilusión de los
catalanes por recuperar las instituciones perdidas desde la guerra de
Sucesión y que los reyes carlistas prometían restituir.
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Robert Vallverdú |
¿Por
qué el levantamiento de partidas armadas lo encontramos básicamente
en los territorios de Navarra, el País Vasco, Cataluña y el País
Valenciano?
En
todas las naciones y regiones de España se levantaron partidas
carlistas; en algunas, como Aragón y Galicia, con fuerte intensidad.
Es cierto que en estos territorios fueron más importantes a causa de
los derechos históricos y de las características culturales,
sociales y económicas que facilitaron el levantamiento de grandes
masas de población.
¿No es un fracaso de la modernización del Estado, un enfrentamiento estricto de ideologías entre conservadores y liberales?
Las
guerras carlistas son complejas y las ideologías, un poco confusas.
Lo que movía a la gente no era siempre el pensamiento político,
había también intereses diversos y se apuntaba en un partido o en
el contrario según convenía. Es muy aclaratoria la proclama de los
propietarios de la Garriga, que al final de la guerra del Matiners
manifestaron que tanto les importaba Isabel como Carlos V, porque al
fin y al cabo los cambios serían pocos. Lo que les preocupaba era
conservar el statu
quo ante
la aparición de las ideas socialistas que ellos llamaban “el fatal
comunismo”.
En
la actualidad eres uno de los mejores especialistas en el carlismo en
Cataluña, ¿qué rasgos diferenciadores ves con otros territorios?
La
segunda guerra, conocida como la dels Matiners, explica la diferencia
entre el carlismo catalán y el del resto del Estado. Cataluña era
el único territorio donde había habido un desarrollo de la
industria, el único que la tendencia librecambista del gobierno
español perjudicaba más notablemente y provocaba una reducción de
la producción con la consiguiente destrucción de puestos de
trabajo. Las otras causas, como los reemplazos militares o los
impuestos, contribuyeron al éxito del levantamiento carlista a
nuestra tierra y a su fracaso en el resto de España. Hay que apuntar
que los carlistas catalanes no estaban comprendidos en el indulto de
Bergara, ni sus oficiales pudieron incorporarse al ejército regular,
como lo hicieron los carlistas vascos y castellanos.
¿Por
qué, pasadas tantas décadas, el carlismo despierta tanto interés
entre los historiadores?
Porque
el carlismo ha incidido en muchos aspectos de nuestra vida social,
política y cultural; además, a lo largo de los años ha contribuido
a formar la mentalidad de determinadas personas. Sin el estudio del
carlismo nos sería muy difícil entender muchos pasajes de la
historia contemporánea de Cataluña.
¿Qué
líneas de búsqueda aconsejarías a los investigadores en el tema
del carlismo?
Quizá
la línea menos estudiada es la comprobación de las conexiones o
puntos de contacto del movimiento carlista con otros levantamientos
conservadores europeos. Con todo, el carlismo hay que investigarlo en
cada ciudad y en cada pueblo, porque su actuación a lo largo de las
guerras no resulta comprensible sin un análisis profundo de la
estructura específica de los diferentes núcleos de población del
territorio donde se libraron los lcombates. Hay que seguir las
implicaciones de los individuos en estos fenómenos y los diversos
niveles antagónicos de la sociedad, para comprobar como se dieron
aspectos que se entrecruzan y realidades a las que nos debemos
acercar aunque sea parcialmente. No podemos olvidar que el carlismo
ha sido un movimiento interclasista complejo a lo largo de su
historia, en una contradictoria coalición de fuerzas, intereses y
opiniones.
¿A
qué dificultades se debe enfrentar un historiador en la búsqueda
histórica al nuestro país?
Hasta
las dos últimas décadas, el principal problema del historiador del
carlismo en nuestro país era que su estudio resultaba incómodo, que
costaba de encajar en una historia de la Cataluña contemporánea; la
cual, casi se identificaba con la industrialización y la
Renacimiento, entendida, además, esta, en un sentido progresista,
por defenderla de los que pretendían interpretar el resurgimiento
del nacionalismo catalán como un fenómeno arcaizante y negativo,
ante la lógica modernizadora de la construcción de la nacionalidad
española. Los historiadores actuales han tenido que superar estas
reticencias e integrar el carlismo en nuestra historia y darle el
papel que le corresponde, que no puede reducirse a una narración de
los hechos armados de cuatro trabucaires.
¿Se
celebran Jornadas sobre el estudio del carlismo de manera periódica?
Sí,
yo conozco dos. Cada dos años en Solsona se celebra un seminario
sobre el carlismo, organizado por la Fundación Francesc Ribalta, y
los dos últimos años ha tenido mucho éxito un simposio sobre la
historia del carlismo en Avià y Berga, organizado por el Centro de
Estudios de Avià, donde se presentan y discuten un importante número
de ponencias y comunicaciones.
Tu
último libro trata sobre el carlismo en Cataluña en el siglo XX,
¿qué conclusiones sacas?
Muchas
y variadas, pero creo que la principal es el gran esfuerzo del
príncipe Carlos Hugo por modernizar el carlismo. Hay que tener
presente que desde octubre de 1833, cuando se levantaron las primeras
partidas carlistas hasta hoy, han pasado más de 180 años y eso
quiere decir dos cosas: que el carlismo es el partido más antiguo de
España y que durante estos años las personas han evolucionado y han
cambiado las costumbres, la vida, el pensamiento y la economía. Pero
el carlismo hacia los años sesenta del siglo anterior continuaba
unido al cuatrilema del siglo XIX (“Dios, Patria, Rey y Fueros”),
mientras que la sociedad avanzaba y evolucionaba hacia formas más
modernas. Su incapacidad de adaptación a los nuevos tiempos le
condenaban a desaparecer, porque hacer retroceder la historia es una
tarea imposible. Los Borbón-Parma se percataron que el carlismo no
podía mantenerse anclado en el pasado y decidieran transformarlo,
actualizarlo y adecuarlo a los tiempos modernos, sin renunciar a nada
del pasado. Carlos Hugo promovió una espectacular democratización
interna y una evolución lógica que lo llevó a adoptar el
socialismo autogestionario y la participación activa en la Asamblea
de Cataluña y en las plataformas de oposición al franquismo.
Desgraciadamente, no todos los carlistas entendieran estos cambios y
algunos huyeron del debate político y quedaron al margen de
cualquier novedad.
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