La historia nos ha transmitido una serie de conocimientos a
través de la experiencia que supone la tradición. Donde jamás antes hubo ni
existió problema, aconteció el mismo a causa de la abolición foral a partir de
1713-1714 con los Decretos de la Nueva Planta. Ello suponía la aniquilación
histórica constitucional y tradicional de las libertades catalanas, que bajo
ningún concepto, ni de ninguna manera defienden los separatistas y
secesionistas.
El Carlismo, surgido en primer momento para defender los
usos, tradiciones, costumbres y libertades de los habitantes de Catalunya y sus
ciudadanos trató de plantar cara al centralismo homogenizador apoyando al
candidato Austriaco, más conocido por Rey de las Españas, Conde de Barcelona y
Principe de Catalunya. Y esto entre 1701-1714.
Posteriormente el Carlismo surgía para volver a defender los
Fueros, Usos, Derechos y Libertades arrebatadas por la revolución burguesa
capitalista de 1833, que arrasaba con el comunal de los municipios y los
valores comunitarios, ya que establecía el gobierno de la propiedad privada con
la aniquilación del Antiguo Régimen. Los Carlistas catalanes defenderían a
partir de 1833, los derechos sucesorios de Don Carlos María Isidro de Borbón,
legítimo y verdadero Conde de Barcelona y Príncipe de Catalunya.
En esta defensa que hacían los carlistas y el carlismo
trataban de poner en evidencia que Catalunya, sus habitantes y ciudadanos a
través de sus derechos y libertades, se había desarrollado historicamente un
autogobierno verdadero por la que el “Estado Catalán” era independiente y
formaba parte a la vez de la histórica y antiquísima Monarquía Hispánica o
Española.
La Monarquía Catalana estaba integrada en la Monarquía
Española, ya que sus monarcas eran compartidos al mismo tiempo por el resto de
los habitantes y ciudadanos de las Españas Americanas y Peninsulares.
Así Catalunya, sus habitantes gozaban de la existencia de
Fueros propios, Cortes propias, Tribunales de Justicia propios, Hacienda
propia, moneda. Hasta el propio Solórzano Pereira (1575-1655) político y
jurista madrileño afirmaba el hecho confederal de la Monarquía Hispánica:
"Los Reinos deben ser regidos y gobernados como si el Rey que los mantiene
unidos fuera sólo Rey de cada uno de ellos".
Esto significa que cuando el siglo de
oro español y durante los siglos XV-XVI y XVII no se había experimentado un
descontento secesionista y separatista, sino más bien al contrario, y cuando
ese descontento ha aparecido teniendo lugar, ha sido por los intentos de
algunos políticos centralistas madrileños de imponer la homogenización y la
uniformización tratando de hacer realidad su lema de “ancha es Castilla”. La
situación se agravó en 1640 con la política de “Unión de Armas” del Conde-Duque
de Olivares, se agravaría un poquito más, por decir algo con la abolición foral
una vez ganada la guerra de sucesión por el bando borbónico de Felipe V, Duque
de Anjou y Rey de las Españas, y finalmente se agravaría con la llegada del
capitalismo y la revolución burguesa, donde la propiedad privada absoluta y la
concentración de los recursos en pocas manos serían un hecho absoluto e
indiscutible. Sólo los carlistas protestaron y se sublevaron contra tales
injusticias. El Carlismo catalán es consciente de ello.
Pero tampoco hay que olvidar el interés
egoísta y caciquero, el materialismo nacionalista del capitalismo y su burguesía.
Pues la burguesía catalana no se salva de las acusaciones de las que es pasto
en este blog toda burguesía capitalista servidora del poder del dinero,
aniquiladora de las tradiciones, valores comunitarios y destructora del bien público,
de la cosa pública, de la rex-pública, a la que cínicamente dice defender.
Convergencia i Unió, y el resto de
fuerzas políticas amigas del nacionalismo independentista, separatista y
secesionista utilizan la historia, el pasado para enarbolar los sentimientos de
los ciudadanos de Catalunya. Ellos pretenden la república catalana secesionada,
que rompe con todo el pasado “Español”. Si se refieren al “pasado Español” como
el nacionalismo español, el centralismo y la uniformización egoísta de esa
patria española, sesgada y única, a la que aclamaron todos los “patriotas
españoles” enfermos de revolución francesa y jacobinismo centralista
uniformizador. Entonces que rompan de inmediato con esa España traidora a sus
ancestros, renegadora de su tradición confederal que fue la Monarquía Foral,
una monarquía compuesta y polisinodial, una monarquía “territorial”,
confederal, donde Madrid no gobernaba sobre Catalunya y Catalunya no gobernaba
sobre Castilla.
Pero el separatismo y los separatistas
no tienen las buenas intenciones de restaurar la Monarquía Confederal y por
tanto la Monarquía Catalana, porque en su mayor parte son republicanos. Y la
monarquía catalana para llevarla a cabo necesita de verdaderos monárquicos tan
celosos por la defensa de los Fueros, Derechos y Libertades de los Ciudadanos
del Principat de Catalunya, como defensores de la Monarquía Hispánica o
Española. La Verdadera monarquía puede restablecer la paz en los corazones de
los habitantes de Catalunya y reconciliarlos con España, con las Españas.
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