LA VENGANZA DE LOS PRÍNCIPES: EL SOCIALISMO FEUDAL (III PARTE)
El desarrollo del movimiento
obrero durante los siglos XIX y XX expone un rechazo frontal al capitalismo
liberal burgués de origen anglosajón. Los obreros y campesinos tratan de
rescatar una sociedad socialista y comunitaria. Marx y Engels escriben el
manifiesto comunista y aunque en él aplauden los logros de la burguesía
capitalista al destruir las instituciones de Antiguo Régimen al entender que
aquel sistema era el enemigo común de burgueses y obreros, ataca el papel
inmisericorde de la burguesía capitalista y llama a los trabajadores del mundo
a la unión para luchar contra el nuevo amo soberano del mundo: la burguesía
capitalista y el poder del dinero.
Sin embargo las escuelas
marxistas serán mucho más críticas que los propios Marx y Engels respecto al
papel de la burguesía capitalista, y simpatizarán con aquellos movimientos
históricos que demostraron resistencias frente a la instauración del sistema
económico capitalista. Estos movimientos como el jacobita en las islas
británicas, el legitimista francés, el miguelista en Portugal y el carlista en
las Españas, incluso en el bando realista contrario a la independencia de los
países americanos respecto de la Corona española, demostraron su rechazo al
sistema capitalista de los criollos burgueses, ya que los pueblos indígenas se
pusieron de parte de la Corona española al ver en esta institución unas garantías
sociales frente a las transformaciones liberales de la plutocracia burguesa.
El rechazo a la instauración del capitalismo, legitima a
los movimientos contrarrevolucionarios para ser el alma mater de todo lo que
está ocurriendo actualmente con la crisis del sistema neoliberal capitalista y
su globalización internacional. El mérito de los “socialistas feudales” fue
que sin demasiados estudios se
apercibieron de lo que significaría la entrada de la revolución en España. El
desmantelamiento del sistema de Antiguo Régimen significó también la
destrucción de muchas garantías sociales de instituciones políticas que el
liberalismo capitalista no toleró, y la falta de garantías sociales del régimen
liberal burgués, que con su competitividad, su sobreexplotación, su
liberalización, su desamortización, su privatización, llevó a la sociedad a la
mercantilización absoluta de la vida y por tanto a su prostitución y lo más
triste de todo es que lo hacía en nombre de la libertad, la igualdad y el
progreso. Aquello escondía el proceso industrializador capitalista, la
concentración de los recursos y los medios de producción en pocas manos, pues
era la imposición del yugo capitalista. Los obreros y toda la izquierda
comprendieron lo que significaban los desmanes burgueses una vez instaurado el
capitalismo.
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