"Carlos I Estuardo, Rey de Inglaterra estaba resuelto a cumplir los deberes de la realeza: la sujeción de los poderosos en interés de todos"
Máximo símbolo y representante del monarquismo político mundial. Tras la guerra civil que asoló su país entre 1642 a 1649, y que enfrentó a realistas y parlamentarios; tras la pérdida de la guerra frente a los parlamentarios, fue enjuiciado por el bando puritano encabezado por Oliverio Cromwell, y tras un juicio ilegítimo ilegal y discutible, se le condenó a muerte separandole la cabeza del tronco el día 30/01/1649, proclamándose la república que presidiría Oliverio Cromwell durante nueve años como "lord protector". Esa dictadura republicana de Cromwell, y todo estos acontecimientos citados fueron ejemplo de inspiración a finales del siglo XVIII para los revolucionarios franceses que también decapitarían a su rey Luís XVI de Francia. Así pues el monarquismo político tiene su máxima representación en el desdichado monarca Carlos I Estuardo, quien al final se convirtió en un símbolo, en una victima, en un martir de su justa causa, que en definitiva se demostró que era la causa del pueblo frente a la oligarquía y aristocracia financiera, comercial, plutócrata y terrateniente, quienes en Inglaterra, con la City de los negocios de Londres mantendrían secuestrado el parlamento, se atribuirían el hecho de gobernar y ser la voz y la conciencia del pueblo, cuando en realidad defendían sus intereses privados y oligárquicos. En definitiva, con la caída de los Estuardo, la monarquía inglesa se convirtió en una institución títere de la clase dominante burguesa y capitalista. Y la monarquía en lugar de velar por el bien público, por el bienestar del pueblo, se convirtió en una institución al servicio de la plutocracia capitalista, y lógicamente permitió que la oligarquía privatizara finalmente todos los bienes y recursos comunales aniquilando con ello todo el mundo rural Inglés, Escocés e Irlandés.
El absolutismo monárquico es una degeneración de la institución monárquica, es el acaparamiento y la detentación monopolista y unilateral del poder político en la persona de un Rey. Ese absolutismo equivale a la autodestrucción de la monarquía porque pierde su esencia tradicional de ser uno de los entes institucionales que favorecen la contrapesación interinstitucional, para convertirse en la única institución del reino. Además pasa de ser una institución subsidiaria que encarna la Confederación de las Nacionalidades para ser una institución de ordeno y mando al servicio de la oligarquía burguesa y los grandes propietarios.
Carlos I de Inglaterra había heredado las tres Coronas, de Irlanda, Escocia e Inglaterra. Era cabeza y jefe de la Iglesia Anglicana y pretendía que la institución monárquica que él representaba, tuviera el poder absoluto y control del reino. Esta situación puso el reino en manos de aventureros, amiguetes, siendo la corrupción la dueña del país.
En el terreno religioso, Carlos I quería la homogenización de las tres Coronas en el Anglicanismo, persiguiendo a Puritanos Calvinistas y a Católicos. Se trataba en realidad de la herencia político-religiosa que tuvo lugar en tiempos de Enrique VIII de Inglaterra y que quienes detentaban las estructuras de poder en Inglaterra de alguna manera se lo exigieron a los Estuardo como condicionante para ocupar el Trono Inglés.
En el terreno económico, Carlos afirmaba sus derechos legítimos sobre los ingresos que producían la alcabala por libra y tonelada, generados por el comercio mercantil de la plutocracia del reino, que pretendía el libre mercado, el libre comercio para no tener que pagar ningún tipo de impuesto al Rey por la libre circulación de mercancías, como era la alcabala por libra y tonelada.
El rey Carlos necesitaba dinero porque los gastos del Estado eran cuantiosos y las rentas nominales de los territorios de realengo no le daban suficientes ingresos, así Carlos decidió que el Parlamento reconociera su derecho del impuesto real sobre la alcabala por libra y tonelada, derecho reconocido a los anteriores reyes ingleses, pero que la oposición plutocrática del reino, los comerciantes y los librecambistas, enemigos de la entromisión de la Corona en la regulación de la economía, se negaron en reconocer.
Para evadir la petición real, los parlamentarios opositores al papel de la Corona en el reino, introdujeron en el debate parlamentario la cuestión integrista religiosa de la minoría puritana, y a partir de esta cuestión defender los derechos de la plutocracia, como telón de fondo, frente al papel interventor que pretendía el Rey Carlos para la Corona Inglesa.
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Los jefes del Parlamento eran en su mayor parte indiferentes respecto a la Teología, pero tenían un sentido de táctica infalible, y vieron que una alianza con la minoría puritana de la nación, la unión de su entusiasmo con los anhelos de cambio político, añadiría impulso para la ejecución de sus planes.
El rey Carlos, que ansiaba sobre todas las cosas regularizar la situación del fisco, rogó que se dejara sentado de una vez para siempre la cuestión de aduanas y las alcabalas por libra y tonelada. Se sentía dispuesto a admitir que, según todos los precedentes, las alcabalas por libra y tonelada hubieran de ser formulariamente votadas de por vida en el Parlamento como lo habían sido para sus predecesores, y que, técnicamente, no podía exigir derechos de aduana en los puertos hasta que el voto parlamentario hubiese recaído. Pero en la práctica, por supuesto, la exacción de tributos en los puertos había de continuar como de costumbre. Todo lo que Carlos demandaba era la misma fuente de ingresos que sus predecesores habían recibido como cosa natural durante centurias, y sin la cual era de todo punto imposible para el Gobierno del Rey seguir funcionando. Con las aduanas, que suministraban cada año una parte mayor de las rentas. Sin embargo, la oposición del Parlamento se decidió a forzar esta ventaja; deliberadamente, pospusieron la confirmación de los derechos de aduana que reclamaba el rey, y comenzaron un clamoroso debate religioso acerca de una resolución estando presente Oliver Cromwell, un nuevo miembro que hasta entonces había pasado inadvertido, en que se trató de que "los negocios del rey de la Tierra deben dejar paso a los negocios del rey del Cielo". Hume diría mas tarde, hablando de una frase empleada por Cromwell, que eran las "divertidas palabras de un hipócrita fanático".La disputa religiosa entre los Puritanos y la Iglesia Anglicana había sido introducida con el único fin de retardar el establecimiento de la alcabala por libra y tonelada.
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El intento de homogenización religiosa en el Episcopalianismo-Anglicanismo pretendido por Carlos I y Willian Laud, Arzobispo de Canterbury, llevó a las rebeliones como reacción de la Católica Irlanda con la formación de la Confederación o Liga de Kilkenny y las políticas represivas inglesas como forma de contestación ante el hecho irlandés. Por otro lado parte de los Escoceses se sublevaron formando una especie de Partido Nacionalista-Religioso Escocés denominado Covenant Presbiteriano Escocés que recogía el descontento de comerciantes, burgueses y aristócratas frente a la intentona homogenizante de Carlos I de Inglaterra.
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Frente a la rebelión escocesa el Rey Carlos convoca el Parlamento para arbitrar los medios para obtener dinero y así poder poner en pie de guerra un ejército que pusiera freno a la rebelión del Covenant Presbiteriano Escocés. Les dijo que había convocado el Parlamento porque, en un momento de crisis en que era preciso encontrar inmediatamente algo más de lo que proporcionaba las rentas regulares, "para afianzarnos nosotros mismos y salvar a nuestros amigos de la ruina inminente", era el Parlamento "el medio antiguo y más expedito para obtener una ayuda tal". Les dijo también que era deber suyo, del Rey, como lo era en realidad (el deber primero de toda realeza) el velar por la seguridad del Estado tanto si ellos cumplían con su deber como si no cumplían; y añadió aquellas famosas palabras: "No consideréis esto como una amenaza, aborrezco amenazar a los que no son mis iguales, sino como una advertencia de aquel que, tanto por naturaleza como por deber, tiene los mayores cuidados para vuestra conservación y prosperidad". Era la antigua y Real Majestad, encarnación del pueblo de Inglaterra en un solo hombre, que hablaba frente a aquella nueva y aún creciente marea de revuelta plutocrática que no había de alcanzar su altura hasta que no suplantara a la Monarquía y colocara al capitalismo en el poder.
Los parlamentarios ingleses, la opinión pública inglesa le son hostiles a Carlos y se alegran que el Covenant haya invadido suelo inglés. Ante la convocatoria del Parlamento, la camara exige al Rey reparación de agravios e injusticias cometidos durante todo el perido de aplicación absolutista y monopolista de la Corona. El grupo de los Puritanos-Calvinistas liderados por John Pin en el que está integrado Oliver Cromwell va mas lejos: le exige al Rey que la soberanía política del reino recaiga extrictamente en el Parlamento, no en el Rey. Es decir, el grupo puritano-calvinista de John Pin pretendía el absolutismo del Parlamento, que el poder político del reino lo detentara una camara en la que sus representantes compraban sus asientos para defender sus intereses burgueses y comerciales. Los parlamentarios ingleses que compraban sus asientos y que en realidad no eran elegidos por el pueblo de Inglaterra, siempre esgrimían hablar para defender los autenticos intereses de ese pueblo que decían representar, para ir contra la institución de la Corona a la que pretendían anular políticamente, reduciéndola a un papel cómplice y de simple comparsa del poder absoluto del parlamento y su oligarquía plutocrática vinculado a la City de Londres.
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Pero ante la convocatoria del Parlamento, el Rey Carlos intentó una política de aproximación a los intereses parlamentarios para caer simpático, no sólo convocándolo, sino concediendo medidas y peticiones que este reivindicaba para si. Entre otras cosas Carlos había decretado en parte la disolución de parcelas comunales que serían entregadas a propietarios terratenientes y nobles de la zona, justamente a aquellos que se sentaban en la cámara parlamentaria con la esperanza que estos aprovechados apoyaran las medidas y peticiones del Rey en el Parlamento. Esta acción desamortizadora alejaría a parte de las masas populares inglesas del Rey Carlos I de Inglaterra. Al mismo tiempo ese descontento popular era aprovechado por esa misma burguesía y aristocracia para preservar y acrecentar su propio poder en el reino, y denunciar a una monarquía, que en realidad estaba siendo complice e instrumento de la clase dominante.
Así los pequeños propietarios reaccionaron contra la Corona, al considerarla complice e instrumento de la nueva clase dominante que se adueñaba del reino, una clase, que posteriormente traicionaría a la institución monárquica al reducirla a una simple figura de representación complice de sus intereses, de lo contrario la destronarían, poniendo a otro rey o la republica.
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La justificación del acrecentamiento del poder de la burguesía, al adueñarse de las tierras comunales era anunciada publicamente como "suprema orden del rey" que había que cumplir y acatar. Por otro lado la misma burguesía y parte de la aristocracia terrateniente señalaba al Rey y a la Corona como los máximos responsables de la penosa situación por la que estaban atravesando los campesinos ingleses. Se trataba pues de un chantaje permanente a la institución de la Corona y al Rey al comprobar que este podía llevar a cabo medidas políticas siempre y cuando pudiera contar con el dinero que le ofreciera dicha burguesía a cambio de traspasar la soberanía absoluta al Parlamento.
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Sin embargo, la Corona representaba un poder que contrapesaba con el Parlamento, interesándose por aparecer ante la opinión pública como una institución que defendía los intereses de aquellos que no tenían voz en el Parlamento, debido a que los asientos parlamentarios eran ocupados por aquellos que tenían dinero y defendían sus intereses burgueses, financieros, terratenientes y plutocráticos. Así la Corona aparecía entre el pueblo campesino como la opción representativa del bando de los desheredados, de los que menos tenían. Puede que en parte se atribuyera esta voz popular, pero no lo hacía tan insistentemente como proclamaban los parlamentarios al negarse a cualquier medida o petición real que llegara al Parlamento, a lo que siempre contestaban que hablaban en nombre del Pueblo de Inglaterra, lo cual era completamente falso, porque hablaban en nombre de sus intereses pecuniarios.
Si en el imaginario colectivo de la masa campesina la institución de la Corona representaba en parte sus intereses, era porque esta había velado siempre por la salvaguarda de los derechos comunales y la pequeña propiedad campesina, sin embargo resultaba sorprendente al vislumbrar como el Rey Carlos en un momento determinado quería atraerse a la opinión plutocrática del Reino desmantelando parte del Comunal de los municipios. Esa medida impopular sería la tumba de la Corona, porque los que se cobijaban bajo ella y decían defenderla eran los aprovechados, los oportunistas, la plutocrácia burguesa y aristocrática que la quería para lucrarse y servirse de la Corona a su antojo.
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Aconsejado el Rey por su mujer Enriqueta María de Borbón, hermana de Luís XIII de Francia, y apoyado por el condenado a muerte por el Parlamento Thomas Conde de Straffor, Carlos I de Inglaterra decide dar un golpe de mano y entrar en el Parlamento con su guardia real y ordenar la detención y procesamiento de los diputados puritanos-calvinistas liderados por Jonh Pin quienes consideraban que la Corona debía renunciar a su poder político, haciendo recaer la completa y efectiva soberanía en manos del Parlamento. Como contestación Carlos fue en su busqueda, pero los parlamentarios habían huído al saber de la llegada del Rey. El Presidente de la Camara le hizo saber al Rey que no podía indicarle donde se encontraban los diputados huídos si la Camara no le daba autorización para tal fin. Salió de la Camara el Rey Carlos I de Inglaterra, pidiendo perdón por la infracción de los derechos de la Camara, sin embargo ante el coraje que sintió porque ninguno de los presentes quiso decirle donde se encontraban los diputados huídos, represalió como contestación, con la disolución del Parlamento para demostrar de nuevo, de forma autoritaria y despótica su autoridad soberana.
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El 22 de agosto de 1642, Carlos I Estuardo, Rey de Inglaterra dio la señal para el inicio de la guerra civil. El hecho apenas sorprendió. Los conflictos entre el Rey y el Parlamento hacía tiempo que habían alcanzado un punto crítico. Los enfrentamientos se produjeron por todo el país, cuando ambos bandos intentaron asegurarse el control de las milicias locales, única fuerza armada que subsistía en Inglaterra. Tras una primera victoria en Edgehill en 1643, Carlos I perdió la iniciativa y la oportunidad de apoderarse de Londres. El Parlamento acrecentaba sin cesar sus recursos financieros y el número de partidarios en el campo de batalla liderados por Thomas Fairfax, mientras que por el lado realista estaban liderados por un sobrino del Rey, se trataba del príncipe Rupert Conde-Palatino del Rhin.
------------------------------------------------------------------------------------------------- Londres y sus inmediaciones, las zonas comerciales e industriales se pusieron de parte del bando Parlamentario, apareciendo en el panorama político un partido Parlamentario. El sureste de Inglaterra y el centro junto al Condado de Cambrige quedaba dominado por el bando Parlamentario, y el este de la peninsula de Cornualles se ponía en manos del Parlamento. Las zonas rurales tradicionales, el norte de Inglaterra, el País de Gales y la zona occidental de la península de Cornualles se agruparán en torno al Partido Realista Inglés representado por Carlos I de Inglaterra. Al principio el bando realista tenía buenas expectativas para ganar la guerra civil e imponerse a los parlamentarios. La imposibilidad de vencerlos supuso el alargamiento de la guerra que terminarían por ganar debido a la fuerte afluencia de recursos financieros con los que contaban, mientras que el bando realista unicamente contaba con los recursos agrarios y las zonas más deprimidas del país.
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La mayor parte de la Aristocrácia se puso de parte del rey a pesar de que parte de ella tenía autenticas y profundas convicciones parlamentarias, creían que la causa del Rey era digna, profunda y legítima, viéndo en la causa parlamentaria, una causa legal. Sin embargo la mayoría de los banqueros y grandes comerciantes del reino se pusieron de parte del Parlamento. Mientras que el Campesinado Inglés estaba dividido, una parte se mantuvo fiel al Rey y a su noble causa que en parte coincidía con los intereses de aquellos que no tenían voz en el Parlamento de Inglaterra, al considerar que quienes se sentaban allí no tenían sensibilidad alguna para con las gentes del campo y si intereses plutocraticos y lucrativos que defender. La otra parte del campesinado vinculada al calvinismo puritano consideraba que la noble causa era la Parlamentaria, pues el Rey ya había dado pruebas de haber desmantelado parte del Comunal de los Municipios permitiendo la parcelación de tierras comunales en manos de la oligarquía terrateniente. Este hecho había alejado al Rey de sus campesinos, y solo fue para sostener un acercamiento puntual para caer simpáticos a una burguesía y a una aristocracia que realmente le despreciaba.
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