



“La realidad del Carlismo es otra muy distinta a como los historiadores liberales la han intentado presentar. No es el Carlismo “una fuerza que ha aplacado” con manifiesta ausencia de capacidad analítica la categoría “fuerza represiva” en contraposición a la “fuerza progresiva” de los llamados “liberales”. Son otros historiadores y políticos, no carlistas, los que mejor han definido el Carlismo como fuerza popular y el primer socialismo organizado de Europa porque era el “socialismo de alpargata” como lo definiera Unamuno, Costa, Baroja, Marx y otros muchos”.
Ese socialismo blanco situado en el seno de la doctrina tradicionalista defendida por los Carlistas evoluciona desde el socialismo “feudal” al socialismo “autogestionario” pasando por el socialismo “comunalista” en la defensa del Comunal de los Municipios, de la propiedad minifundista campesina y de las tierras de la Iglesia para la manutención de hospicios, leproserías, hospitales y horfanatos. Continuaría el socialismo “colectivista-foralista” con Carlos VII a través del Acta de Loredán y las acusaciones de revolucionario imputadas por los integristas hacia su persona, queda reflejado en una frase: “si el País está pobre, vivan pobremente hasta los ministros, hasta el mismo rey”. Seguiría posteriormente por la defensa de un socialismo “sindicalista” de la etapa Jaimista cuando el Carlismo era consciente de la constante despoblación del mundo rural y la proletarización del campesinado carlista. En el libro de José Carles Clemente, “Crónicas de los Carlistas, la causa de los legitimistas españoles” afirma: El Carlista vizcaíno Pedro Ulaortua, mas conocido como Perico “el marmolista” fue uno de los fundadores de los sindicatos libres vascos, nos ha dejado escrito cómo se crearon:
“Las primeras reuniones las tuvimos en el Circulo Carlista de la calle Jardines, de Bilbao, en el cual nos veníamos reuniendo varios carlistas para crear una organización obrera que defendiera claramente a los trabajadores. Fue sin embargo en 1910 cuando se creó la primera comisión del que se denominó Sindicato Profesional, en el Círculo de la calle Astarloa de Bilbao. En esta comisión estábamos García Álvarez, Oyarzabal, Bonilla, Amurria, Los Arcos, Martínez, Ojenola... todos ellos difuntos.
Nosotros posteriormente convocamos en el círculo del Ensanche de Bilbao una reunión más amplia en la que se crearon los Sindicatos de Oficios Varios, Ferroviarios, etc, ya como Sindicatos Libres. El cambio de nombre fue debido a que los elementos paternalistas organizaron otro Sindicato Profesional de tendencia amarilla (Católica y Patronal), además de que el nuevo nombre concordaba mejor con nuestra idea”.
Dice más el libro de Clemente:
“El primer programa lo propusieron Casado, Payuelo y Ulaortua en la Asamblea de Huesca de 1919. el Estatuto que se aprobó fue: transformación del sistema capitalista en sistema colectivo; por la unidad de la clase obrera; autonomía del sindicato respecto a la patronal, los partidos y la Iglesia. En palabras de Ulaortua: “La unidad de los trabajadores contra el sistema capitalista, en total autonomía”.
Así mediante el sindicalismo socialista defendido por los Jaimistas se profundiza en un socialismo “cooperativista y colectivista” que rechaza como hemos visto la doctrina capitalista y su pensamiento liberal burgués por egoísta, materialista y suntuoso. Con Juan María Roma se concreta hasta un socialismo "autárquico", al hablarnos de las autarquías regionales y la capacidad de autoabastecimiento y autogobierno de los diferentes territorios españoles.
Ante el “peligro revolucionario” por fuerzas de signo anticristiano, se refugian en el seno del Carlismo elementos integristas que se hacen sus portadores y responsables en momentos determinados oportunistas, intentando llevar hacia objetivos políticos completamente ajenos al carlismo al pretender apoyar los planteamientos de la derecha conservadora burguesa capitalista por la cuestión de la defensa estricta de la religión Cristiana Católica, atendiendo únicamente a Dios y descuidando el resto del lema tradicional Carlista. Siendo la “atención” a Dios, la utilización de la religión Cristiana Católica como elemento de excusa para defender los intereses materiales, plutocráticos conservadores de la derecha liberal burguesa asociada a la CEDA, y así defender más fácilmente el sistema capitalista explotador y expoliador que vende al hombre por el hombre egoístamente utilizando la supuesta defensa de la religión que posteriormente se ha venido viendo el falso interés de la derecha burguesa por la defensa de la Fe, ahora que no es elemento aglutinador, no la defienden, porque nunca la defendieron, solo defendieron sus bolsillos y la detención del poder político-económico que sostienen.
He incorporado distinta documentación para confirmar la presencia histórica del socialismo blanco en el seno del tradicionalismo carlista, su evolución y desarrollo, de forma que la cuestión socialista del carlismo no es una invención ni de Don Jaime III de Borbón, ni de Don Carlos Hugo I de Borbón, sino que se trata de una cuestión, la CUESTIÓN SOCIAL, que venía preocupando a las bases populares carlistas desde el principio del nacimiento del movimiento carlista expresado en el Partido Carlista y el Pueblo Carlista, pues el Carlismo desde el punto de vista estrictamente económico nació como rechazo a la concentración y acumulación de tierra y capital en pocas manos que representaba el conservadurismo capitalista de la revolución liberal burguesa, rechazando la alienación en el trabajo, la estatalización y mercantilización de la sociedad, y la sobreexplotación laboral, esgrimiendo la defensa del Comunal y la defensa de los Fueros y por tanto del Socialismo Blanco, distinto del rojo caracterizado este último por ser ateo y anticlerical al asegurar intelectualmente, influenciado por la doctrina marxista, la alienación del hombre en la religión y por tanto el rechazo de ésta; al tender al estatalismo y centralismo económico y a la negación de los particularismos locales populares.
Pi y Margall, haría notar: “...la falta de visión de los liberales respecto a la política agraria y la realización de la desamortización, vincularía a numerosos sectores campesinos a la Causa de don Carlos, entendida como movimiento campesino frente a la “ciudad”, que les oprimía con sus contribuciones en metálico, más difíciles de soportar que los antiguos diezmos en especie”.
Los carlistas critican el lujo escandaloso que invade España y que sólo puede exasperar al obrero. No por casualidad, por otra parte, los partidarios carlistas queman el tren privado del financiero de Salamanca, símbolo de la nueva riqueza. Para ellos, el liberalismo es en realidad el poder de los plutócratas. Valbuena escribe sin rodeos:
“Es una verdad en que se piensa poco o nada, pero evidente para todo hombre observador y reflexivo: en estos tiempos en que tanto se habla de libertad, de igualdad, y sobre todo de democracia, no hay sin embargo nada de esto. Lo que hay desde que se abrió la era de las revoluciones es una verdadera plutocracia, es decir el gobierno de la gente del tanto por ciento, el peor de todos los gobiernos posibles”.
“Hay que pensar sobre todo en que a la raza latina, eminentemente socialista, se le ha arrancado la idea de Dios; y hay que pensar, en fin, en el inmenso peligro que amenaza a la sociedad española el día en que las masas carlistas, que son socialistas, lleguen a perder toda esperanza de restauración”.
J. M. Múzquiz, Consulta a los electores de Estella, pág 65.
Según Arturo Campión, en su novela Blancos y Negros, pág 337.
“Son estas causas ni más ni menos que de origen socialista, predominando el odio del campesino contra el bilbaíno, como símbolo de ataque del colono al propietario. Los inquilinos vascongados disfrutan generalmente de padres a hijos de sus tierras , y concluyen por creer que tienen más derecho sobre ellas que su legítimo propietario, gracias al cariño y trabajo que las ofrecen”.
Sobre el mismo fenómeno en el Oeste de Francia, ver P. Bois, Paysans de l´Ouest, pág 611.
Este carácter domina en el fuero y la existencia de bienes comunes dando a los pueblos la propiedad de las minas, montes, marismas, etc., le sostiene”.
El Sitio de Bilbao en 1874, pág 144.
Los medios conservadores liberales denuncian con maligno placer esta tendencia anti-ricos que existe innegablemente en las filas carlistas. Se habla de “socialismo blanco”, y un periódico favorable al Duque de Montpensier, El niño Terso, facilita una información según la cual: “nos dicen de varias provincias que no hay “carlismo” sino “comunismo”.
Para El Diario de San Sebastián, los “socialistas blancos”, que son los carlistas, son mucho más peligrosos para la propiedad que los “rojos”. El periódico La Época confirma la existencia de esta tendencia “socialista” en el carlismo vizcaíno.
Un propietario navarro que se dice partidario de una libertad tan alejada del “socialismo rojo” como del “socialismo blanco”, critica así los sermones sediciosos de algunos sacerdotes carlistas:
“No hace mucho que el párroco de uno de los pueblos importantes de Navarra, furibundo carlista por más señas, predicaba a sus feligreses sirviéndole de texto aquellas palabras del Evangelio “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que se salve un rico”. ¿Y qué dirá el doctor si nosotros, que oímos por desgracia el sermón, le decimos que fue de un color socialista del más subido rojo? ¿Será sabio el referido párroco? Pues como éste hay muchos en Navarra, y por desgracia en el mundo”
Cartas de un labriego navarro, Madrid, 1872, pág 73.
...lo que no pretende restablecer Montemolín es el absolutismo y si en cambio un gobierno constitucional. Pero no para aquí el engaño que padece nuestra credulidad. Tampoco es monarquía constitucional, como la que tenemos, ni a don Carlos lo que se pretende, no, montañeses: es el fatal comunismo en toda su extensión y horror, es este sistema desorganizador del mismo; es, en fin, el terrible combate del que no tiene contra el que tiene: en una palabra, la destrucción de la religión; es decir, “que los bienes sean comunes”, esto es, de todos en general, y de ninguno en particular: que los padres no tendrán dominio sobre sus hijos; ni éstos sujeción respecto a sus padres; que los templos y sus ministros serán abolidos... tal es el comunismo".
“Manifest del poble de la Garriga”, 25 de enero de 1849 citado por J.C. Clemente y C. S. Costa en Montejurra 1976, Barcelona 1976, pág 13.
"¿No es allí mismo a la vez el hombre esclavo envilecido de la industria moderna, explotable como un producto cualquiera, una máquina más, de mayor o menor fuerza, que vale cuanto produce, en razón de la resistencia que ofrece al rozamiento incesante de un trabajo abrumador?
Y esos hombres, y esas mujeres, y aun esos niños, que pasan su vida enterrados en las glaciales entrañas de húmedas y negras minas, sin Dios, ni familia, ni patria; sin un rayo de luz para sus almas, sin un consuelo para su espíritu; esos seres embrutecidos, que tienen como enmohecida su inteligencia y paralizados los resortes del corazón, condenados a morir prematuramente, sin haber logrado su desarrollo físico y moral, deberán estar muy agradecidos a la civilización de la Gran Bretaña? Esos infelices son indudablemente más desgraciados que lo fueron jamás los esclavos en nuestras colonias de Ultramar...
Inglaterra se preocupa mucho de un minuto, de un segundo, porque ese segundo, ese minuto son tiempo, y el tiempo es allí dinero, como lo es en toda sociedad condenada al servilismo rutinario del “tanto por ciento”. Un segundo en el mundo mercantil puede significar la solución de una crisis monetaria; puede ser la fabulosa ganancia de una exorbitante jugada; puede determinar el aplazamiento del descrédito y de la ruina, y sostener el principio de una inmensa fortuna. Pero un hombre que nada tiene y nada puede adquirir ¿qué valor representa en Inglaterra?".
V. Manterola, Don Carlos es la civilización, pág 5. Sobre León de Arroyal, ver el artículo de F. López, “León de Arroyal auteur des Cartas Político-Económicas al Conde de Lerena”, Bull. Hisp. T. LXIX, 1967, núm. 1-2, pág 49.
“El obrero de la fábrica, verdadero esclavo convertido por el liberalismo en una máquina, buena sólo para producir, pero indigna de todo cuidado moral; ese obrero a quien se encierra en una especie de lóbrega cueva, donde ni penetra apenas la luz del sol, ni el aire de los campos; ese obrero a quien no se le deja ni tiempo para pensar en Dios, ni descanso para que repose en el seno de su familia y dirija una mirada a sus hijos; ese obrero que al salir de su prisión llevando aún los pulmones llenos de nauseabunda atmósfera de la fábrica, y los ojos fatigados por la luz artificial, y los oídos estremeciéndose todavía con el atronador y monótono chirrido de las máquinas, se encuentra en medio del alegre bullicio de una gran ciudad y ve pasar a su lado un sibarita cuya fortuna sabe que está formada con bienes que arrebató a la Iglesia o que ganó en el juego de la política, el más inmoral de todos los juegos; ese obrero que al volver a su casa, si por acaso es tan venturoso que la tiene, ve por todas partes el refinamiento de una civilización sensual y materialista; ve palacios suntuosos en las calles, manjares delicadísimos en las fondas, molicie y afeminación en todas partes; ese obrero a quien le han enseñado que el clero es su enemigo y la Iglesia su verdugo arrancándole así el sentimiento de la Religión, único asilo de paz y dulce sosiego en donde podía encontrar inagotables consuelos y fortaleza inextinguible, ese obrero escucha una voz que le promete hacerle dueño de toda esa riqueza material,...”
La Reconquista, 4 de abril de 1872, art. “La cuestión social”.
“Las clases ricas... como el espíritu de monopolio o de mercantilismo lo ha invadido todo, se han hecho... especuladoras, siendo lo peor cuando el monopolio o tráfico recae en los artículos de primera necesidad, como sucede ahora con las fábricas de harinas recientemente construidas, cuyos dueños, acopiando el grano de lejanas provincias, hacen que todas las clases de la sociedad coman caro el pan aunque la cosecha haya sido abundante”.
Feliú de la Figuera, Reflexiones sobre el liberalismo, pág 264.
“Está visto: no tenemos que habérnoslas con verdaderos soldados sino con verdaderos mercaderes; no con un ejercito que maneja la espada en noble lid sino con una como sociedad anónima de banqueros, que va buscando el filón de una mina de debilidades humanas para explotarla”.
El Cuartel Real, 25 de diciembre de 1875, art. “Mercaderes”. Pensamos en el inglés Burcke, que escribía: “Pasó la edad de la caballerosidad. Le ha sucedido la de los sofistas, economistas y calculadores, y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre”. Citado por R. Aron en Espoir et peur du siècle”, París, 1957, pág 11.
En el programa que propone Don Carlos es “privilegiar” a la pequeña propiedad:
“Que la pequeña propiedad quede dispensada de todo tributo, de todo gasto de inscripción y de toda clase de costas, mediante un recargo en progresión creciente sobre la gran propiedad. Hacen falta modestas industrias; más obreros fabricantes y más fabricantes obreros para que los capitalistas desciendan y los trabajadores se eleven al bienestar sin lujo y sin miseria, ideal a que debe aspirar la política del trabajo”.
I. Caso, op. Cit., pág 444.
“La desamortización eclesiástica y civil, tanto por su forma cuanto por su fondo y sus resultados ha sido en España un acto de rapiña abominable, una detención escandalosa de la fortuna pública, un golpe de estado liberticida”.
L. Herrero, El gobierno carlista, pág 80.
“Las leyes desamortizadoras han arrancado a las Comunidades y pueblos los bienes adquiridos legítimamente, ofreciéndoles en cambio un papel que no acaban de recibir y cuyos intereses se pagan tarde o nunca”.
Artiñano y Zuricalday, Jaungoicoa eta Foruac. La causa vascongada ante la revolución española, Vitoria, 1869, pág. 58.
“Cuando se ha tratado de mejorar las condiciones sociales del obrero, me han parecido siempre tibias todas las reformas e insuficientes todos los esfuerzos; me considero y me he considerado siempre como un socialista sincero, en el sentido exacto de la palabra, y nadie podrá negarme que en todo momento he hecho cuanto he podido para conocer las necesidades verdaderas del pueblo y procurar que se considerara la cuestión social como el problema esencial para todos los hombres de gobierno”.
Don Javier de Borbón, en mayo de 1974 diría:
Mas información en: "Los cristianos ante el socialismo autogestionario", Adolfo Goñi. Cuadernos de Historia del Carlismo nº 6 junio 1998.
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